Glimpse of Love

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Descripción:

Qí Xiǎotiān necesitaba varias fotografías para un curso de artes que tomaba, sin embargo todo y todos le parecían sumamente aburridos. Eso, hasta que apareció Red Son.


    Qí Xiǎotiān revisaba las poquísimas fotografías que había tomado en los últimos días con una expresión que sólo podía ser de aburrimiento extremo. No le gustaba ninguna de ellas, para nada, ni siquiera las que tomó de Monkey King, y la gran mayoría eran de sus amigos haciendo cosas cotidianas. Todas le parecían demasiado aburridas, no expresaban ni un ápice de pasión.

    Suspiró y dejó caer la cámara de regreso a su pecho, pues la tenía colgada. Levantó su cabeza hacia el cielo, fijándose en una nube que no tenía forma. No sabía qué era lo que buscaba ahí arriba, escudriñando las nubes con los ojos entrecerrados, pero tampoco esperaba una revelación divina.

    Decidió meterse a un curso de arte hacía ya un par de meses. Le encantaba todo lo que estaba aprendiendo en él, técnicas de dibujo y de pintura con todo tipo de materiales que definitivamente usaría en un futuro. Sin embargo, un día, sin avisar con antelación ni preguntar si todas las personas presentes durante la clase tenían una cámara, la maestra que lo impartía decidió que merecían saber técnicas de fotografía por igual y los incentivó a tomar fotos de lo que les más les gustara, lo que les produjera emociones, malas o buenas había dicho, y que las presentaran la siguiente sesión que se vieran, como solían hacerlo con todos los demás proyectos. Qí Xiǎotiān tuvo que conseguir una cámara como pudo, ya que ninguno de sus amigos tenía una y Mei insistía en que su celular sería suficiente, lo cual por supuesto no lo convenció.

    No se arrepentía de tomar el curso, tampoco estaba frustrado por el acto en sí mismo de fotografiar o que tuvo que comprar la cámara —no muy cara, por supuesto, no se podía permitir la mejor cámara que había en las tiendas que visitó. Le frustraba el hecho de que nada, en el transcurso de los últimos días, le produjo esa chispa de motivación y emoción que tanto necesitaba.

    Tomó su cámara nuevamente y tomó una foto a esa nube sin forma por puro desprecio.

    —Hey, MK. —Mei, que se había alejado un poco para responder una llamada de sus padres, se acercó hasta quedar enfrente suyo. —Tengo que regresar y cuidar la casa. ¿Cómo vas con las fotos? 

    Negó con la cabeza. Iba fatal. Pensó que subirse al tejado de su apartamento para tomar un poco de aire y despejarse, y quizá tomar fotos de los lugares cercanos, sería buena idea. Error. Tomó varias fotos de edificios que al menos le servirían para practicar perspectiva, pero ninguna era lo que él quería en ese instante. Había empezado aburrido, pero poco a poco se iba frustrando e impacientando.

    Mei sonrió y le dio un leve golpe en el hombro, tratando de animarlo.

    —¿Por qué no vienes conmigo? Quizá pueda convencer a mis padres que te dejen fotografiar algunas cosas.

    Volvió a negar con la cabeza. En otro momento le hubiera entusiasmado la idea, como la primera vez que pudo visitar la casa de Mei —que no salió del todo bien—, pero ahora ni siquiera el imaginar ver todas esas reliquias, que de hecho le parecían fascinantes, le llamaba la atención. Tampoco era lo que él quería. No sabía lo que quería realmente, pero al menos sabía lo que no quería. Lo cual, en realidad, le causaba aún más frustración.

    Fingió estirar sus brazos hacia adelante y dijo:

    —Creo que voy a descansar por hoy, Mei.

    Ella logró notar, por esa respuesta tan poco característica de Qí Xiǎotiān, que su amigo no se hallaba del todo bien, pero no sabía qué podía hacer. De todas formas, no era algo realmente grave, ¿verdad? Estaba segura de que su amigo encontraría una solución tarde o temprano, como siempre lo hacía.

    Asintió y le dedicó una sonrisa.

    —Nos vemos entonces. ¡Bāibāi!

    Qí Xiǎotiān movió la mano a forma de despedida mientras veía a Mei saltar al balcón, bajar por las escaleras exteriores y dar un último salto hacia el asfalto.

     Cuando perdió de vista la silueta de su amiga en la esquina del edificio, se echó de espaldas y fijó su vista de nuevo en otra nube sin forma, quejándose entre dientes.

     Cielo aburrido, nubes aburridas. Edificios aburridos. Pájaros aburridos. Personas aburridas. Aburrido, aburrido, aburrido. Quería gritar, patear algo, hacer lo que fuera para acabar con esa sensación de no saber qué hacer. Todo estaba fatal.

    Antes de que la idea de lanzar la cámara por el tejado pasase por su cabeza, bajó también hasta el balcón y entró a su casa. Necesitaba descansar. Se acostaría y después de una linda tarde-noche de sueño estaba segurísimo de que al despertar al día siguiente se sentiría muchísimo mejor, y terminaría de hacer todas las entregas de comida y al llegar su bendito descanso saldría a tomar tantas fotos inspiradoras de todo tipo que necesitaría otra cámara para dársela a un clon suyo y así acelerar el proceso. Sí. Ese escenario imaginario al menos lo calmaba un poco.

    Sentado en su cama se quitó la chaqueta y su bandana y las arrojó a la silla de su cuarto.

   Decidió checar por última vez, antes de cambiarse de ropa, las fotografías que tenía. Esta vez pasó una a una lento, observándolas bien, tratando de entender el porqué ninguna le gustaba y el porqué de su repentina indiferencia a todo lo que veía. Fotos de paisaje urbano, muy monótono; fotos del cielo desde la mañana hasta la noche, que al final eran lo mismo pero con diferentes colores; una que otra foto de gente desconocida, que posiblemente borraría después, sobre todo porque no recordaba haberlas tomado. Cuando llegó el turno de las fotos que había tomado de sus amigos sonrió levemente. Eran fotos que les tomó de manera desprevenida o cuando no estaban mirando, pues las fotos donde posaban de manera consciente, en especial Tang, le parecían muy poco dinámicas, y otras fotos eran solo selfies que se había tomado Mei.

    Apagó la cámara y se frotó los párpados.

    Estaba a punto de echarse de espaldas cuando escuchó a lo lejos una explosión.

    Abrió los ojos y de un saltó miró por la puerta del balcón. Nada. Dio la vuelta y miró por la ventana del otro lado. Bingo. Podía ver una fila de humo elevarse.

    Justo lo que le faltaba, alguien intentando arruinar el día, como si no pudiera ponerse peor.

   Gruñó mientras salía de su casa para regresar al tejado. En un abrir y cerrar de ojos ya se estaba montando en el bastón mágico, usándolo para ir lo más rápido que podía hasta el sitio de donde provenía el humo.

    Por alguna razón, se sorprendió al ver que quien estaba causando el desastre del día era Red Son. Considerando que hace un momento había escuchado una explosión y visto humo, era lo más lógico que fuera él, ¿no? Sí, sí que lo era. No debería estar sorprendido en lo absoluto.

   No estaba de humor para lidiar con Red Son, o con nadie en realidad. Estaba exhausto, más mental que físicamente. Todo lo que quería era descansar, dormir, relajarse y encontrar de una buena vez esa foto perfecta que no podía visualizar pero que sabía llegaría en algún momento. Probablemente.

    —¡Red Son!

    Qí Xiǎotiān saltó de la cima del edificio donde estaba hasta estar frente a Red Son, pero lo suficientemente alejado de él.

    —¡Miàntiáo zǐ! —rió—. Tardaste en llegar. ¿Acaso te perdiste en el camino?

    —Āi yō, ¡hoy no estoy de humor para lidiar contigo! —Apuntó hacia él con el cetro mágico, listo para pelear. —Acabemos con esto rápido.

    Red Son enarcó una ceja, sonriendo.

   En medio de la calle, el suelo bajo sus pies estaba agrietado y oscuro. Varios automóviles detrás de él habían detenido su marcha, chocando unos contra otros. Qí Xiǎotiān agradeció no ver a ninguna persona herida por los alrededores, eso hubiera hecho su trabajo más pesado. Solo tenía que pelear con Red Son, vencerlo y que se fuera, jurando revancha, para que el ciclo se volviera a repetir como siempre.

    —Oh, ¿en serio?

    Dio unos pasos hacia al lado, con sus manos metidas en los bolsillos. Seguía sonriendo. El cuerpo de Red Son y la figura del sol del atardecer estaban perfectamente alineados.

    —Yo pensaba en hacerte sufrir un poco...

    La luz del atardecer oscurecía un poco el rostro de Red Son, pero Qí Xiǎotiān podía distinguir esos ojos anaranjados y esa sonrisa divertida a su costa. Por otro lado, la luz acentuaba su cabello y su saco, como si los hiciera brillar tanto que podía llegar a cegar a alguien si los observaba por mucho tiempo.

    —... pero supongo que puedo acabar contigo tal y como lo quieres, aquí y ahora...

    Los movimientos de Red Son pasaban en cámara lenta a los ojos de Qí Xiǎotiān. Notaba su boca moviéndose pero no estaba seguro de entender ni una sola palabra, no le estaba prestando atención a eso. Lo que sí notaba era cómo el sol al horizonte, la luz anaranjada y Red Son eran una composición perfecta en ese instante. Era como si el atardecer le perteneciera solo a él y a nadie más.

    Prendió su cámara.

    —¡Yo, Red Son, voy a...!

     Flash .

    Red Son parpadeó un par de veces, confundido por el ruido. Dejó de hablar. Giró su cabeza y se encontró con Qí Xiǎotiān sosteniendo una cámara con el lente apuntando hacía él.

    Frunció el ceño, abrió la boca para gritar pero fue interrumpido por otro flash. Y otro. Y otro más.

    Qí Xiǎotiān se movía de un lado a otro a una velocidad que no debería ser posible para un ser humano, o para ninguna criatura viviente. Con cada cambio de ángulo de Qí Xiǎotiān y con cada flash, la ira de Red Son crecía cada vez más.

    Ya no podía soportarlo, y no había pasado ni medio minuto.

    —¡¿Qué demonios crees que estás haciendo, miàntiáo zǐ?!

    La voz alta y furiosa de Red Son, junto con una pared de fuego que se alzó junto con el grito, detuvo a Qí Xiǎotiān. Dejó de observar a través del lente de la cámara para ver a Red Son con sus propios ojos. Parecía que lo mataría en cualquier momento, sus ojos y las su cabello eran fuego puro, y no lo había notado antes, pero sus orejas y parte de sus mejillas se enrojecían cuando activaba así sus poderes.

    Sin embargo Red Son no se movía, solo estaba cruzado de brazos en el mismo sitio donde, para Qí Xiǎotiān, se veía hermoso. No había otra manera de describir la escena. O a él. De hecho quería tomarle otra fotografía de esa manera, pero Red Son no era una persona —demonio, se corrigió mentalmente— paciente y estaba claramente esperando una respuesta.

    Qí Xiǎotiān tragó saliva dando unos pasos hacia atrás, dejando la cámara colgando de nuevo en su cuello.

    —Oh —rió nervioso—. Eh, estoy... ¿tomando fotos? Tomé un curso de arte y nos están pidiendo que tomemos fotos, así que...

    —Āi yā, ¡no me interesa! —Red Son elevó su puño.— ¡Solo deja de hacerlo para que pueda aniquilarte de una buena vez!

    Eso debió haber incitado a Qí Xiǎotiān a invocar el bastón de Monkey King y enfrentarse a Red Son como lo había hecho otras veces en medio de la ciudad y fuera de ella. Por el contrario, tomó su cámara lo más rápido que pudo y tomó otra foto.

    —¿Qué pasa, Red Son? —canturreó con una sonrisa de oreja a oreja. Se sentía extrañamente feliz. Flash . Tomó otra foto. —¿Te molestan las fotos?

    —¡Miàntiáo zǐ! —gruñó.

    En cuanto Qí Xiǎotiān vio que Red Son se acercaba, ahora en definitiva preparado para atacar con todo lo que tenía, invocó el cetro mágico y se montó en él para escapar, aún con cámara en mano apuntando el lente hacia Red Son mientras cruzaban edificios y saltaban de tejado en tejado.

     El saber que algo tan tonto como tomarle fotografías provocaba a su contrincante le parecía demasiado divertido, pero no lo hacía con la mera intención de enfurecer a Red Son cada vez más —como si eso fuera posible, incluso un demonio de fuego debería tener un límite de ira, ¿no?—, también estaba el hecho de que le provocaba algo que las otras cosas y personas no habían podido en todo el día: ganas de tomar fotos. Emoción. Pasión. Red Son era un modelo perfecto en esos momentos.

    Qí Xiǎotiān, de vez en cuando, miraba hacia atrás —o más bien hacia adelante, la dirección en la que se dirigía— para asegurarse de no caer, destruir algo o herir a alguien por accidente. En cuanto reconoció el tejado de su casa, su sonrisa se ensanchó.

    Saltó para caer al suelo, cerca de la puerta del pequeño edificio, y Red Son hizo lo mismo justo detrás de él. Ahora estaban justo enfrente del apartamento. Red Son no pareció darse cuenta de que había caído en una pequeña trampa.

    —Date por muerto, miàntiáo zǐ. —La mano de Red Son era ahora, al igual que sus ojos y gran mayoría de su cabello, fuego. Qí Xiǎotiān se sentiría un poco intimidado en otras circunstancias, pero tenía un plan. Si no lo tuviera no estaría tan confiado y feliz.

    —Hey, Red Son —carraspeó, mientras manipulaba el bastón de Monkey King y la colocaba en su oreja de nuevo—, ¿por qué no entras? Te enseñaré mi casa.

    El fuego de Red Son se extinguió tan rápido como Qí Xiǎotiān dejó de hablar. Eso lo había tomado con la guardia baja. No estaba seguro de haber escuchado bien lo que el cabeza de fideo le había dicho.

    —¿Shénme? —Quiso gritar la pregunta, pero terminó saliendo como un confuso murmullo.

    Qí Xiǎotiān dio varios saltos hasta quedar al lado de Red Son y puso una mano en su hombro, aún sonriendo. Lo empujó un poco hasta que ambos estaban caminando hacia el umbral de entrada.

    —Entra, entra, no seas tímido. —Rió. Tomó su cámara con la mano que tenía libre, agitándola de un lado a otro sin mucha fuerza. —Te enseño mi casa y después puedo seguir con...

    Red Son enrojeció de nuevo y se zafó del ligero agarre de Qí Xiǎotiān, otra vez molesto y con el ceño fruncido. Su cabello poco a poco iba soltando chispas.

    —¡No estoy para juegos, miàntiáo zǐ! ¡No te atrevas a irrespetarme de nuevo o...! 

    —¡Por favor, Red Son! —sollozó.

    Qí Xiǎotiān lo tomó por los hombros. Quizá debería tener un poco de respeto por el espacio personal de Red Son, porque estaba demasiado cerca de su rostro y eso podía ser muy peligroso, pero debía actuar lo más desesperado posible. Que en cierta medida lo estaba por otras razones, solo que fingía estarlo más.

    —¡Solo ayúdame con esto por un momento!

    —¡Āi yā, suéltame! —Red Son sacudió los hombros, tratando de que Qí Xiǎotiān lo soltara y, sobre todo, que se alejara de él. No lo logró. El cabeza de fideos podía llegar a ser mucho más fuerte de lo que aparentaba a primera vista. —¡¿Por qué debería hacerte favores a ti?! ¡Pídeselo a tus tontos amigos! 

    —¡Ya lo hice!

    Qí Xiǎotiān al fin soltó a Red Son, solo para juntar sus manos en una plegaria y miró a Red Son como un perrito triste y hambriento.

    —Por favoooooor, Red Son. Eres el único que puede ayudarme con esto.

    —¡Con mayor razón no te ayudaría! —Se cruzó de brazos, ahora estando lo suficientemente lejos de Qí Xiǎotiān para evitar que lo volviera a sujetar sin su consentimiento. —Además —gruñó—, ¿por qué yo? Ya dijiste que tus inútiles amigos te ayudaron, deberías darte por satisfecho.

    —Pero no es suficiente, ¡necesito más inspiración! —Qí Xiǎotiān estaba a punto de echarse de rodillas al suelo, pero no lo haría. Su actuación no estaba dando el resultado que quería.

    Se preguntó si la adulación funcionaría. Podía inferir, gracias a la primera vez que estuvo cara a cara con Red Son y la manera que reaccionó al darse cuenta que su contrincante no estaba prestando atención, que a Red Son no le gustaba ser ignorado nunca, pero no estaba totalmente seguro que una falsa adulación fuera a servir. Solo había una manera de averiguarlo.

    —Eres muy fuerte y quiero plasmar eso, ¡por favoooor!

    Red Son enarcó una ceja y miró incrédulo a Qí Xiǎotiān en cuanto escuchó el "eres muy fuerte". Parecía estar considerándolo.

     Estaba a punto de decirle que una vez acabase le permitiría golpearlo un par de veces y tener una pelea como era debido —promesa que rompería sin lugar a duda, no era tan tonto—,, pero antes de que pudiera abrir abrir la boca, Red Son se le adelantó:

    —Bien —dijo irritado—. Pero solo por un momento.

    Qí Xiǎotiān sonrió de oreja a oreja, mostrando sus dientes y asintió con demasiada energía. La suficiente como para hacer que Red Son hiciera un gesto de disgusto mientras seguía al otro por las escaleras del pequeño edificio.

    Una vez dentro del apartamento, se detuvo a pensar por dos segundos. No estaba seguro de qué hacer. Ninguno de los dos sabía qué hacer. Sí, Qí Xiǎotiān había planeado esto, o al menos el principio. Pero ahora que Red Son estaba en verdad dentro de su casa, ¿qué se suponía debía de hacer? 

    No había Plan B. Solo había un Red Son y un Qí Xiǎotiān parados en medio del apartamento sin hacer ni un solo ruido o movimiento, uno al lado del otro. Incómodo.

    Miró a Red Son por el rabillo del ojo. Red Son no lo veía a él, de hecho estaba dándole la espalda. Le pareció ver que su cabeza se movía ligeramente de un lado a otro. ¿Estaría inspeccionando la casa? Era una alternativa. Aprovechó para observarlo de arriba hacia abajo y viceversa. Lo que había dicho antes no era una mentira en lo absoluto: Red Son era el único que podía ayudarlo sin duda. Su corazón dio un salto.

    La luz del atardecer, que aumentaba —¿o disminuía? No estaba seguro— de intensidad con cada minuto entraba ya por las ventanas sin cortinas y parecía caer en la silueta de Red Son como si estuviera destinada a estar ahí. 

    Qí Xiǎotiān se mordió el labio inferior. ¿Qué demonios estaba pensando, además de nada? 

    —¡Bu-bueno! Qué tal si, eh... —Paseó su vista alrededor de los muebles y las paredes, buscando una excusa para salir un momento. —¿Te sientas en mi cama mientras yo voy por un vaso de agua?

    No esperó a la respuesta de Red Son, salió casi corriendo por la puerta y la cerró con algo de fuerza. Su corazón latía demasiado rápido. Se había puesto nervioso de la nada, ¿por qué? No es que le preocupara haberle revelado —¡y por una tontería!— a un supuesto enemigo suyo dónde vivía; tampoco le preocupaba que este supuesto enemigo fuera a quemar o explotar su casa, siendo que era perfectamente capaz de ello. Aunque quizá sí debería preocuparse por eso. Pero no, no estaba nervioso por esos hipotéticos. O bueno, solo una pequeñísima parte de él estaba nerviosa por eso, ¿pero y lo demás?

    Fue por un vaso de agua y entró al apartamento de nuevo, aún sin averiguar el motivo de su acelerado corazón.

    Red Son estaba sentado de piernas y brazos cruzados justo donde Qí Xiǎotiān le había dicho. Su cara seguía enrojecida y parecía irritado. Agradeció no encontrar nada calcinado o toparse con un repentino olor a humo.

    Le ofreció el vaso a Red Son sin decir una sola palabra y este lo tomó también sin decir nada.

    Qí Xiǎotiān se dio la vuelta para buscar su sketchbook, dejando en la mesa al lado de su cama la cámara que todo este tiempo había tenido colgando en el cuello. Se sintió aliviado al quitársela de encima, al parecer eso le había provocado un ligero dolor que no había notado antes.

    —¿No ibas a tomar fotos, miàntiáo zǐ?

    Cierto. Red Son no lo había dejado terminar de hablar. No quería pedirle que pasara para tomarle más fotos —no las había contado pero estaba por completo convencido de que las que tenía eran más de las que necesitaba—, sino para dibujarlo. ¿Podía usar las fotografías como referencia o usar su memoria, como lo hacía cuando dibujaba a Monkey King? Sí, pero sabía de primera mano que era mejor tener un modelo en frente suyo. Al menos así funcionaba mejor para él.

    Debía buscar otra excusa para evitar que Red Son se enojara, otra vez.

    —Sí, yo, eh... —Se rascó la nuca, nervioso. Tomó su sketchbook, un par de lápices y se sentó en la silla. Tenía una perfecta visión de Red Son desde ese sitio. —Cuando fui por el vaso revisé las fotografías y creo que son suficientes, así que pensé que sería mejor dibujarte... ¡Será rápido también, lo prometo!

    Red Son no dijo nada. Ni siquiera hizo un ruido, solo giró su cabeza a un lado para ver hacia la ventana. Su perfil era bellísimo, pensó Qí Xiǎotiān y abrió el sketchbook para empezar a dibujar su rostro desde ese ángulo.

    —¿Debo hacer algo en particular?

    La voz de Red Son sonó después de lo que le parecieron larguísimos minutos. Despegó la vista —con mucha dificultad— de su cuaderno para mirar a Red Son. Al parecer se había bebido el agua, porque el vaso que sostenía estaba ya vacío. ¿O quizá la evaporo? Era un demonio y controlaba el fuego, no le parecía una idea tan absurda, pero no se lo iba a preguntar. 

    Tardó en captar lo que había dicho Red Son.

    —Oh, ¿te refieres a posar? —Qí Xiǎotiān fingió pensar un momento, viendo hacia el techo y picando con el borrador del lápiz su mejilla. Negó con la cabeza. —No, no. Solo... sé tú. Siéntate como quieras.

    Red Son enarcó una ceja pero no cuestionó nada. Se estiró para dejar el vaso en la mesa que había al lado de la cama. Qí Xiǎotiān, observando ese movimiento, se dio cuenta de que algo estorbaba. Al final sí debía hacer algo en particular.

    —De hecho —empezó, llamando la atención de Red Son, que lo miró—, creo que sí hay algo. ¿Puedes quitarte tu, eh, saco?

    —¿Shénme? ¡¿Por qué?!

    No imaginó que pedirle eso lo alteraría tanto, porque su rostro de nuevo había enrojecido. Lo que menos quería Qí Xiǎotiān era tener que dormir en una cama con sábanas quemadas. Dio gracias que el vaso estuviera en un lugar seguro, probablemente si siguiera en la mano de Red Son lo habría roto en pedazos.

    —¡Es para, eh, tener mejor referencia de tus brazos! —explicó, tratando de no hacerlo sonar demasiado raro. Más raro de lo que la situación ya lo era, de por sí.

    Red Son se quitó el saco después de un momento de silencio, moviendo su boca, pero no alcanzó a escuchar algo si es que lo dijo. Quizá había maldecido. El saco rojo fue a parar encima de la almohada de su cama.

    Qí Xiǎotiān no esperaba que Red Son fuera tan delgado, aunque los músculos de sus brazos se podían ver algo tonificados gracias a que la tela de la camiseta de cuello alto que usaba era muy ajustada a su cuerpo. Si debía ser sincero, prefería ver a Red Son de esta manera, sin su saco que cubría —¿ocultaba?— casi por completo su figura. Se forzó a dejar de observar con tanto detalle el cuerpo de Red Son y enfocarse en intentar recrearlo en su cuaderno, para evitar posibles gritos preguntando qué tanto le veía.

    Cuando pudo concentrarse por completo en sus dibujos, los vistazos que Qí Xiǎotiān daba a la figura de Red Son eran enfocados en un solo punto y veloces, no duraban más de cinco segundos, pero eran bastante constantes. No quería que nada estuviera fuera de lugar, no quería interpretar ninguna parte erróneamente. Quería que todo fuera perfecto, quería que su dibujo pareciera tan vivo como la persona —demonio— que estaba sentada en su cama.

    En uno de sus vistazos rápidos, pudo notar que Red Son lo observaba a él. O más bien observaba, con mucho detenimiento, sus manos sosteniendo el lápiz y el cuaderno que había puesto sobre su pierna izquierda apoyada encima de la derecha. Seguía incluso con la mirada cada trazo que Qí Xiǎotiān añadía, inclinando su cuerpo hacia adelante para ver mejor desde su posición. Lo cual lo hacía sentir sumamente feliz.

    Sus amigos por supuesto que sabían que él dibujaba y que era una de sus mayores pasiones —Tang incluso había visto todas las ilustraciones que hizo para esa autobiografía no autorizada de Monkey King—, pero ninguno de ellos, no que pudiera recordar, había estado tan interesado en sus dibujos o en su creación como Red Son estaba ahora. Y este no parecía estar disgustado con los bocetos que había hasta el momento en una sola hoja, la mayoría de su rostro. Todo motivó a Qí Xiǎotiān aún más.

    Una hoja. Dos hojas. Tres hojas. Cuatro hojas. Cinco hojas de su sketchbook fueron llenadas, e iba por una sexta. Sentía que el tiempo volaba al estar tan enfocado en sus dibujos. Llegó un momento en el que ya se sentía tan familiarizado mentalmente con la figura de Red Son que eran raras la veces que echaba vistazos rápidos, lo cual le impidió ver que este se estaba impacientando con cada minuto que pasaba. No fue hasta que se volvió consciente del sonido que hacía la suela de los zapatos de Red Son al chocar con el suelo, cada vez más rápido y ruidoso, que paró de dibujar y levantó la vista.

    Pasó de Red Son, claramente molesto, a su reloj. ¡Habían pasado más de dos horas! Para asegurarse que su reloj no se había roto, miró rápidamente a la ventana detrás de Red Son, el cielo ya estaba oscuro.

    Jamás había durado tanto tiempo dibujando sin parar, ni siquiera cuando dibujaba a Monkey King. Debía hacer descansos o dibujar otra cosa o persona entre medias para no saturarse o aburrirse.

    —¡Bù hǎo yìsi! No me di cuenta de la hora.

    Red Son no le había dicho nada —quería creer— en todo el tiempo que había pasado, a pesar de verse enojado, pero de todas formas decidió que lo mejor era disculparse.

    —¿Ya terminaste?

      Fue todo lo que dijo al instante de escuchar la disculpa.

    Qí Xiǎotiān se sintió un poco confundido al no recibir un grito o algo parecido, incluso un insulto, aunque la pregunta sí fue con un tono de irritación. Miró su sketchbook de reojo y se mordió el labio.

    —Uh... ¿solo un dibujo más?

    No hubo respuesta, así que simplemente bajó su cabeza y se dispuso a terminar el dibujo que había dejado a medio hacer. Para no quedarse enfrascado de nuevo y que pasara el tiempo suficiente para que Red Son hiciera estallar su casa, decidió dar breves vistazos al reloj al menos cada cinco trazos que hacía. Eso no significaba que no estuviera concentrado, por supuesto. Solo evitaba entrar en la zona que lo hacía ser ignorante del tiempo.

    —Miàntiáo zǐ. —Pasaron varios minutos hasta que Red Son volvió a hablar.

    —¿Sí? —No dejó de dibujar. Estaba a punto de terminar, no iba a detenerse.

  —Responde una vez más, ¿por qué exactamente yo soy el único que puedo ayudarte con esto? —Su voz dejaba en claro que la primera respuesta a la pregunta no lo había convencido del todo. Qí Xiǎotiān anotó mentalmente que la adulación podía fallar en Red Son después de un tiempo. Tan cerca ya de terminar el dibujo, solo un poco más. —Estoy seguro que tus amigos también hubieran podido quedarse sentados sin hacer nada por horas.

    —Me gustas.

    Dio el último trazo y dejó caer el lápiz, que rodó sobre el cuaderno hasta caer al suelo. Alzó los brazos a modo de victoria y también para estirarlos junto con su espalda y cuello. Debería pararse también y caminar un par de minutos por la casa antes de dormir.

    Entonces miró a Red Son. Mejillas y orejas rojas, ojos abiertos, observando no otra cosa sino a Qí Xiǎotiān. Las puntas de su cabello producían pequeñas chispas que desaparecían en el aire, flotando.

    Qí Xiǎotiān no registró lo que había respondido a Red Son hasta poco después de mirarse mutuamente a los ojos, en silencio, por un buen tiempo.

    De un salto estaba ahora de pie. Sintió su corazón latir tan rápido que quizá se saldría de su pecho y su rostro entero arder. Me gustas , había dicho. Me gustas , había dicho a Red Son. Me gustas, me gustas, me gustas.

    Repitió las frase a una velocidad imposible en su mente, hasta que pudo articular palabras en su garganta.

    —¡Yo, ah! ¡Yo n-no-! —Se sentía idiota. Red Son se puso de pie.

    —¡No es lo que-! ¡Lo que-! ¡Tú-! —Demasiado idiota. Red Son se acercaba, lento, a su dirección, sin dejar de verlo. Qí Xiǎotiān dio un paso atrás, solo para pegarse contra la silla y casi caer sobre ella.

    —¡No e-estaba pensando cuando respondí! ¡Lo juro!

    Cuando pudo por fin decir una frase coherente, Red Son ya estaba frente suyo, aún manteniéndole la mirada. Lo ponía nervioso el hecho de que ahora fuera Red Son el que se hubiera acercado tanto, sin decir nada, ni una amenaza. Oh, pero esos ojos anaranjados eran hermosos, ¿no? No. Imbécil. Se maldijo a sí mismo más veces de las que podía contar después de pensar eso. ¡Idiota, idiota! ¿Cómo es que se le ocurrió decirle "me gustas" a Red Son, su auto-declarado enemigo desde el primer día como heredero de Monkey King? No se le había ocurrido, porque ni siquiera lo pensó. Ese era justamente su problema muchas veces, que no pensaba la cosas. Ya había tenido consecuencias porde decir y hacer cosas sin detenerse a pensarlas mucho, pero ahora esta era la ocasión en lo que fuera que pasase se arrepentiría muchísimo. Lección aprendida. Monkey King estaría orgulloso. Quizá no, considerando que la probabilidad de estar orgulloso de un montón de cenizas era muy baja. Eso si Red Son solo lo calcinaba a él y no a toda la casa. Mejor solo a él, pensó, no quería que el restaurante de Pigsy se viera involucrado en todo esto. Al menos el bastón mágico sobreviviría.

    Cerró los ojos con fuerza cuando ya no pudo aguantar más el ver aquellos ojos tan directamente y esperó lo peor.

    Lo peor, sin embargo, no llegó. No sintió un golpe, tampoco fuego consumiendo cada una de sus extremidades, mucho menos olor a madera, tela y concreto siendo quemados. No. Lo que llegó fue un roce en sus labios. Un roce suave y cálido, pero fugaz. Porque tan pronto como decidió que esa sensación era la mejor sensación del mundo, dejó de sentirla.

    Abrió los ojos, justo en el momento en que Red Son se alejaba de su rostro. Él también había cerrado sus ojos. Sus mejillas seguían rojas. ¿Todas las veces que notó el rostro enrojecido de Red Son era porque estaba avergonzado? Hacerlo sentir avergonzado por prestarle tanta atención, tomarle fotos, pedirle que se quitara su saco para verlo por completo y dibujarlo. Qué sensación tan agradable, deseaba que se pudiera repetir una y otra y otra vez. Una sonrisa boba se estaba formando en su boca.

    Avergonzarlo tanto que logró que lo besara. Beso. Red Son lo había besado. Ese era, de hecho, su primer beso. Quería hacerlo de nuevo.

    Red Son abrió los ojos. Al parecer él tampoco había pensado mucho lo que hizo, porque en cuanto se dio cuenta de que había besado a Qí Xiǎotiān, dio varios pasos hacia atrás.

    —¿Red Son? —logró preguntar, tembloroso—. ¿Estás bi...?

    No pudo terminar la pregunta. Red Son corrió hasta la puerta del balcón del apartamento y salió, sin mirar atrás y sin decir ni una palabra, esfumándose en una bola de fuego que se movió entre los edificios hasta desaparecer por completo en la noche.

    Qí Xiǎotiān cayó al suelo, de espaldas. Se había golpeado la cabeza, pero no hizo nada.

    No sabía qué pensar. No podía pensar. Todo lo que pasaba en su mente en ese instante lo veía pasar a la velocidad de la luz en sus ojos. Imposible enfocarse en una sola cosa cuando había tantas de ellas a la vez, desorganizadas, confusas, en constante movimiento.

   Se quedó así, acostado, usando el techo como distracción para sus pensamientos, durante un buen rato. Cuando pudo reaccionar y mover su cabeza, adolorida, para ver el reloj se dio cuenta que lo mejor era ir a dormir. Era tarde ya y tenía trabajo que hacer al día siguiente. Órdenes que entregar, cosas que limpiar, personas que salvar, movimientos de pelea que entrenar.

    Se cambió de ropa sin muchas ganas. No se atrevió a tocar el sketchbook, ni para cerrarlo ni para guardarlo. Fue un esfuerzo doloroso el evitar quedarse observando el dibujo que había hecho en esa hoja. También fue horrible el tratar de no ver hacia afuera, hacia la ventana, hacia el balcón. No debía pensar en él, ni en nada, o no podría dormir en lo absoluto. Se echó de frente a su cama.

    Tarde se dio cuenta que el saco de Red Son seguía en su almohada.


    Tres semanas.

    Pasaron tres semanas y no había visto a Red Son en todo ese tiempo. Ni una sola vez, ni siquiera por error. Llegó a pensar que todo había sido un sueño, pero no podía serlo cuando todas aquellas fotos seguían en su cámara y todos los dibujos estaban intactos.

    La primera semana le fue sencillo engañar a sus amigos, fingiendo que no pasaba nada. Era el mismo de siempre, animado, alegre, distraído de vez en cuando pero nada de lo que ellos debían preocuparse, ¿no? Intentó de todas las maneras posibles olvidar su sketchbook y su cámara, no se atrevía a estar cerca de ellas en ningún momento, y si alguno de sus amigos le preguntaba por el tema él simplemente se encogía de hombros.

    La primera semana fue difícil pero las siguientes fueron peores.

    Cuando ya no pudo ignorar más su cuaderno y su cámara, pasaba todas las noches viendo las fotos y los dibujos. Podía pasar más de media hora sin cambiar de imagen, sin mover sus ojos del mismo sitio. 

    Sus amigos, pudo notarlo, comenzaron a darse cuenta, preocupados, de que algo no iba bien. Ocultaba algo que no quería decirles. Le molestaba ocultarles cosas a ellos, sobre todo algo que le estaba causando un gran estrés, pero no podía estar seguro que lo ayudarían o cómo. Después de todo, se trataba de Red Son, y Red Son era un enemigo para ellos. Lo más probable es que terminarían regañando o dándole sermones. Cuando uno de ellos parecía querer acercarse a él y preguntar si estaba todo bien, él simplemente saltaba, daba su mejor sonrisa y seleccionaba un tema aleatorio de conversación o preguntaba tonterías. Mei era, en especial, la más insistente. Tampoco podía ser totalmente sincero con ella y contarle todo lo que pasó.

    Al inicio de la tercera semana ya no tenía las energías suficientes para fingir bien. Su sonrisa se desvanecía aún cuando su tono de voz era un intento de alegría. No dormía bien. De hecho, no quería estar en su casa. Hacía todo lo posible para no regresar a esas cuatro paredes, como salir con Mei o con los demás a donde fuera que ellos quisieran llevarlo para alegrarlo un poco. Incluso trabajaba extra, lo que preocupó genuinamente a Pigsy. Hacía las entregas en tiempo récord y sin errores, pero cuando era hora de regresar al restaurante se tomaba su tiempo si ya no había más pedidos que cumplir, distrayéndose con cualquier cosa que se cruzara en su camino, desde detenerse en tiendas y mirar escaparates hasta ponerse a jugar con niños pequeños. Era peligroso quedarse él solo con sus pensamientos. Su mente solo iba en una dirección y lo ponía en un mal estado.

    Hubo un punto en el que quiso romper la cámara, hacerla añicos, desgarrar las páginas de su cuaderno y tirarlo a la basura. No lo hizo. Si lo hacía se arrepentiría después, cuando su odio por esas imágenes se esfumara y solo quedara la añoranza y necesidad.

    Llegó a llorar un par de veces intentando dormir, mientras veía desde su cama el saco rojo que había colocado en el descanso de la silla. Verlo lo hacía recordar todo como si tuviera a Red Son frente suyo otra vez, como si lo estuviera dibujando otra vez, como si lo estuviera besando otra vez. Cuando sentía su corazón hundirse y lágrimas intentando salir de sus ojos, le daba la espalda a la silla y se cubría con la sábana hasta la cabeza. No lograba dormir hasta mucho después, pensando que no debía pensar nada.

    Era el comienzo de la cuarta semana.

   Estaba comiendo en una mesa del restaurante, era su tiempo de descanso. Su cara se veía peor y más pálida que las veces anteriores, era obvio que no había conciliado el sueño. Ni a Tang ni a Pigsy les gustaba esa visión de Qí Xiǎotiān. Se sentían inútiles al no poder hacer nada, no podían ni siquiera darle palabras de aliento o animarse a preguntarle qué ocurría pues estaban seguros de que el chico volvería a fingir una sonrisa y olvidar el asunto. Pigsy incluso estaba considerando darle una semana de descanso sin chances de objetar.

    De repente Mei y Sandy, que venía detrás de ella junto con Mo, entraron al restaurante. Sandy se detuvo a saludar a Tang y a Pigsy con una sonrisa, pero Mei a paso firme caminó hasta Qí Xiǎotiān sin mirar a ningún otro sitio. Tomó la silla que estaba frente a él y se sentó, haciendo el mayor ruido posible para que volteara a verla.

    Qí Xiǎotiān dejó de comer en cuanto notó la presencia de Mei. Antes de que pudiera saludarla, o a Sandy, ella comenzó a hablar:

    —Dinos lo que pasa.

    —¿Eh?

    —Que nos digas —Tenía un semblante serio, pero su voz era un tono más bien de preocupación— , a Pigsy, a Tang, a Sandy y a mí, lo que te pasa, MK.

    —¡Bié dān xīn, bié dān xīn! —Qí Xiǎotiān sonrió, colocando su mano en la nuca. De nuevo. —¡No es nada, en serio! No pasa nada. Estoy perfectamente bi...

    —¡No estás bien, MK! —Mei no pudo evitar golpear la mesa con su mano. —No estás bien, ¡te ves fatal, solo mira tus ojeras! Se nota que no has dormido bien, te distraes más de lo que normalmente haces y trabajas extra. ¡Nunca has trabajado extra!

      —Yo no...

    —¿Por qué no puedes decirnos lo que pasa, MK? —prosiguió antes de que él pudiera excusarse o alegar—. ¿Es algo tan malo que ni siquiera nosotros, tus amigos, podemos ayudar? ¡Todos estamos preocupados por ti! ¡No puedes seguir así!

    Qí Xiǎotiān miró hacia al lado, en dirección a la cocina. Tang, Pigsy y Sandy veían todo desde ahí, afligidos.

    —Hijo —Pigsy se animó a hablar cuando Qí Xiǎotiān cruzó mirada con la suya—, estamos aquí para escucharte.

    —Te apoyaremos en lo que sea, MK —continuó Tang, ofreciéndole una breve sonrisa—. Puedes contar con nosotros.

    —No te obligaremos a que nos digas todo ahora mismo, MK —fue el turno de Sandy para hablar, quien se acercó gentilmente a Qí Xiǎotiān, poniendo su enorme mano en el hombro del chico, dándole un amistoso apretón—. Pero estamos aquí y haremos lo posible para ayudarte. Guardar todos tus sentimientos al final solo termina hiriendo.

    Mo maulló, dándole la razón a Sandy.

    Qí Xiǎotiān apoyó su frente en la mesa, a punto de llorar. No quería que lo vieran llorar. Ya sabía que ellos estarían ahí para apoyarlo siempre, en las buenas y en las malas, y estaba muy agradecido por sus palabras. Pero, ¿cómo demonios podía contarles que Red Son era el causante de todo? O más bien, que él hizo que Red Son fuera el causante de todo. Él fue el que insistió en tomar fotos y dibujarlo, después de todo. Oh, pero claro, Red Son fue quien lo besó, ¿no es así? ¿Pero quién fue el que se confesó, al final, sin querer ni pensarlo?

    Comenzó a sollozar. ¿Por qué debía recordar el beso en ese instante? ¿Por qué debía recordar esa cálida sensación en sus labios? Sensación por la cual haría lo que fuera con tal de disfrutarla una vez más.

    Unos brazos lo rodearon en una abrazo. Era Mei. Ni ella ni nadie dijo nada más. Dejaron a Qí Xiǎotiān llorar, mientras lo consolaban con abrazos o palmadas en la espalda, hasta que se calmó. Mo se había acostado en su regazo y se dejó acariciar. Qí Xiǎotiān se quitó las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano que tenía libre.

    Debía contarles. Sandy tenía razón, no podía seguir guardándose esto sin salir más lastimado, ya no quería pasar más noches sin sueño, llorando en silencio. Les diría sin mencionar el nombre de Red Son.

    —Xiè le —susurró. Mei le sonrió. Respiró hondo, tratando de calmarse—. Perdón, es solo que... No sabía cómo contarles esto, ni siquiera entiendo bien qué fue lo que pasó.

    —Está bien, hijo. Tómate tu tiempo.

    Pigsy se había sentado en la silla de la mesa de al lado, junto a Tang y Sandy. Mei seguía a su lado, con un brazo en su hombro.

    —Yo, um… —comenzó—. ¿Conozco a alguien? Desde hace un tiempo y... Bueno, recuerdan que tenía este proyecto de tomar fotografías, ¿no? —Los demás asintieron. Qí Xiǎotiān suspiró. —Me lo topé un día y, bueno, le tomé un par de fotos. Luego lo invité a mi casa y comencé a dibujarlo. Todo iba bien hasta que él me preguntó algo y yo... ¿Me confesé? ¿Accidentalmente?. 

    —¿¡Por qué no me dijiste que tenías un crush con alguien, MK!? —gritó Mei. Qí Xiǎotiān solo rió un poco, rascándose la nuca, nervioso. Esperaba que nadie, menos Mei, le preguntara por algún nombre o descripción. Sería difícil mentir sobre ello, Red Son era una persona —demonio— inconfundible.

    —¿Te rechazó? —preguntó Tang después de un corto silencio, acomodando sus gafas. —Los rechazos amorosos son sin duda difíciles…

    —¡No, no lo hizo! —respondió al instante—. O no creo que lo haya hecho. Es solo que... me besó. Después de eso. Fue lo mejor del mundo, pero...

    —¿Pero? —preguntó Pigsy, arqueando una ceja.

    —Re... —calló y negó con la cabeza. Eso estuvo muy cerca. Miró a todos en busca de algo que le indicara que se habían dado cuenta del nombre que estuvo a punto de decir, pero todos estaban calmados, viéndolo y esperando que continuara. Se aclaró la garganta. —Él, eh, creo que entró en pánico después de eso. No dijo nada, solo se fue. Me sentí... Me siento confundido.

    Decirles a sus amigos le quitó un peso de encima, pero no podía evitar no sentirse triste de todas maneras. Siguió acariciando a Mo, que se había dormido encima de sus piernas. Nadie dijo nada por un par de minutos, y no sabía si agradecerlo o si era una mala señal.

    —Bueno —Tang volvió a hablar, cruzándose de piernas—, por lo que dices esta persona estaba tan confundida como tú, si después de besarte su primera reacción fue el pánico.

    Era cierto. No había considerado el lado de Red Son hasta ese momento. Le era difícil imaginar la situación de Red Son, después de todo era un demonio y Qí Xiǎotiān no sabía casi nada de los demonios, solo las leyendas que los pintaban como criaturas horribles y malvadas. ¿Era Red Son horrible y malvado? Lo primero no, y lo segundo lo ponía en duda. Si se hubiera preguntado eso antes de todo lo que pasó, habría dicho que sí, que Red Son era malvado. Liberó a su padre, Demon Bull King, enemigo de Monkey King. Más de una vez intentó matar a Qí Xiǎotiān y destruir Megapolis como venganza. ¿Pero después del beso? ¿Ahora, que sabía que sentía atracción por Red Son? No podía decir que era realmente malvado. Solo tenía algunos problemitas, especialmente de ira. Se enojaba con facilidad y gritaba casi todo el tiempo.

    Suspiró, cansado.

    —¿Qué puedo hacer?

  Todos intercambiaron miradas, dubitativos. Al final, fue Pigsy quien respondió, aunque tampoco estaba muy seguro.

    —Hablar con él, si es posible.


    Más fácil dicho que hecho. ¿Cómo se suponía que debía hablar con Red Son si no lo había visto ni en sombra por más de tres semanas?

    Quería pensar que era un consejo inútil, pero la realidad era que Qí Xiǎotiān no estaría tranquilo hasta que supiera por qué Red Son hizo lo que hizo. Por qué lo besó, por qué huyó. Necesitaba esas respuestas y después podría morir tranquilo, o no tan confundido al menos. Pero, de nuevo, ¿cómo iba a conseguir esas respuestas? No es como si simplemente pudiera ir a donde fuera que Red Son vivía y preguntarle como si nada. Además tendría que toparse con Demon Bull King y Princess Iron Fan otra vez y tenía muy en claro que ellos iban a matarlo la próxima vez que lo vieran.

     Tapó su rostro con una almohada y ahogó un grito.

    Ya no se sentía tan miserable como las semanas anteriores, tampoco sentía su pecho pesado ni ganas incontrolables de llorar. Sus amigos habían sido de gran ayuda al haberlo escuchado y consolado, pero no podían darle todas las respuestas a sus problemas. Estaba seguro que ni siquiera Monkey King sabría qué hacer en esta situación.

    Seguía viendo las fotografías y los dibujos, y seguía recordando el beso tan vívidamente. Lo que había cambiado era su sentir. La tristeza ya no era por él mismo, no del todo, sino por Red Son.

    Quería tanto hacer que Red Son se avergonzara de nuevo. Ver su rostro y sus orejas puntiagudas sonrojadas, decirle lo mucho que le gustaba —quizá disculparse por no darse cuenta de ello antes—, besarlo tantas veces como quisiera y escucharlo gritar "miàntiáo zǐ" con ese tono de voz irritado al que se acostumbró sorpresivamente rápido desde su primera pelea. Había perdido la cuenta de cuántas veces pensó con exactitud esto mismo. Las matemáticas no eran su fuerte.

    Arrojó la almohada hacia su costado y se quedó observando la ventana. Ya estaba en su pijama a pesar de que seguía siendo relativamente temprano. Pigsy decidió dejarle libre lo que quedaba del día, con la condición de que al siguiente y todos los que le restaban como empleado del restaurante, le dijo, trabajara tan bien como lo había hecho las tres semanas anteriores. Podía manejarlo, no lo consideró un castigo.

    Tenía que armar un plan para hablar con Red Son sin involucrar a nadie más, ni a sus amigos ni a los padres de Red Son. Se preguntó si una carta o nota amenazante funcionaría. ¿Aunque qué sentido tenía algo así cuando debía hacer que le llegara directamente a él? Dudaba mucho que el sitio donde vivía Red Son estuviera registrado para hacer entregas de correo. Su única idea era malísima..

     Pensaría en unas mejores a la mañana, con un poco de ayuda también. Mei era la mejor para estas cosas, le pediría consejos a ella.

    Bostezó y se puso de pie para apagar la luz.

   Cuando estaba regresando a su cama escuchó un ruido en su balcón, como si algo hubiera caído. Volteó para mirar y la puerta se abrió de repente, dejándole el paso a la brisa nocturna.

    Ahí, debajo del umbral, estaba Red Son. No podía distinguir bien su rostro por la poca luz, pero sin duda era él. Su cabello estaba suelto y se mecía cada que la brisa soplaba, pero su ropa era la misma. Solo faltaba una cosa.

    Qí Xiǎotiān no era capaz de decir nada, su mente iba a mil por hora con todas las cosas que supuestamente debía de decir, de preguntar y de hacer. Notó que la  cabeza de Red Son se movió de un lado a otro, hasta que se detuvo en dirección a la silla. Hizo lo mismo. El saco, por supuesto. Tan pronto como vio que Red Son entró, caminando hacia la silla, corrió y se interpuso entre él y lo que había venido a buscar. No, no se lo daría tan fácilmente.

    Red Son gruñó.

    —Hazte a un lado, miàntiáo zǐ.

    Por mucho que haya querido escuchar ese apodo de nuevo, no lo quería de esa forma. Algo en su voz era inusual, y le molestaba no ser capaz de ver su rostro del todo para saber qué gesto estaba haciendo. El cabello, que era bastante largo y voluminoso, impedía el paso de la luz. Apenas y era capaz de distinguir un leve brillo de ojos.

    —Tenemos que hablar, Red Son.

    —No hay nada que hablar —habló como si escupiera las palabras—. Solo vine a buscar lo que es mío.

    Red Son dio unos pasos a un lado y Qí Xiǎotiān también. Retrocedió un poco, estando más cerca de la silla. De esa manera podía tomar el saco si hacía falta, no se lo podría quitar de sus manos ni muerto. No planeaba morir de todas formas.

    —Apartate antes de que te queme vivo.

    —No, Red Son. —Estiró su brazo hacia atrás, buscando a tientas el descanso de la silla. Sintió en sus dedos una tela. Bingo. —No hasta que hablemos sobre lo que pasó...

     —¡No pasó nada!

    —¡No puedes fingir que no pasó nada, Red Son! —Tomó el sacó y lo apretó fuerte en su puño. —¡Y yo tampoco puedo! Estas tres semanas solo pude pensar en ese día, y en ti…. Fueron las peores semanas de mi vida, solo podía pensar en verte.

    —Suena a tu problema, miàntiáo zǐ.

    Estaba hartándose de las constantes negativas. Necesitaba verlo, rápido.

    Qí Xiǎotiān invocó el bastón de Monkey King y se lo lanzó, con la fuerza justa para hacer que cayera al suelo pero no para lastimarlo. Red Son le gritó y trató de quitarse el bastón de encima. Qí Xiǎotiān corrió hacia la pared y prendió la luz.

    Al darse la vuelta, Red Son cubría su rostro con un brazo. Estaba en el suelo, con el bastón encima de su pecho. Qí Xiǎotiān se sentó a su lado y tomó el bastón, colocándolo de nuevo en su oreja.

    —Hey, Red Son.

    No se movió. Su pecho subía y bajaba de manera inconsistente, pero no hacía ningún ruido. Dejó el saco en el suelo y tomó por la muñeca el brazo con el que se cubría el rostro para hacerlo a un lado. Red Son giró su cabeza al lado contrario. Tenía los ojos cerrados con demasiada fuerza, podía ver sus párpados temblar. Qí Xiǎotiān suspiró.

    —Red Son, mírame.

    Ni una respuesta ni un movimiento.

   Tampoco iba a tratarlo como a un niño y regañarlo. Se mordió el labio, no sabía qué más podía hacer para que Red Son dejara de ser tan testarudo. En serio necesitaba verlo. Verlo a los ojos y saber qué fue lo que pasó y qué es lo que pasaba. No podía simplemente forzarlo a abrirlos. Pensó en besarlo, pero descartó la idea, quería que el beso fuera mutuo, no una tonta forma de hacer que le prestara atención.

    —Cuando dije que fueron las peores semanas de mi vida decía la verdad, Red Son —comenzó, inclinándose hacia atrás. Quizá iniciar la conversación él funcionaría. Optó por desviar su mirada al otro lado de la habitación. —Solo podía pensar en ti. Pasaba horas viendo los dibujos que hice o simplemente reviviendo el momento en que me besaste. No sé cómo no me di cuenta que me gustabas, Red Son.

    Sonrió levemente, paseando su vista por el techo. Realmente no tenía muchas pistas que le indicasen cuándo es que se había interesado por él de esa forma, pero tampoco le importaba mucho. Solo le importaba el presente y lo que sentía en esos momentos.

    —Pensé que ese beso fue lo mejor que me ha pasado en la vida, incluso más que ser el sucesor de Monkey King. Lo sigo pensando. —Se detuvo ahí, no quería sonar demasiado meloso. —Solo quiero saber por qué huiste.

    Escuchó a Red Son dar un respingo.

    —No huí —dijo, irritado.

    Qí Xiǎotiān se cruzó de brazos y dirigió su vista al frente. Red Son ahora también estaba sentado, solo que de lado y mirando hacia la pared. Le era aún difícil ver su perfil por la cantidad de cabello rojo despeinado que se interponía, pero al menos ya no era una mera silueta de color negro y bordes azulados.

    —Uhh, sí. Sí lo hiciste. Me besaste y huiste, duh.

    Red Son no respondió, inmóvil. Miraba un punto en específico en la pared o quizá a nada en concreto. Qí Xiǎotiān no pudo evitar seguir su mirada y ver el mismo punto blanco y vacío.

    —Si estabas confundido puedes decírmelo, Red Son. Yo también estoy... estaba —se corrigió de inmediato— confundido. No sabía qué hacer después de que desapareciste por tanto tiempo. Incluso preocupé a mis amigos, no les dije nada hasta hoy.

    —¿Les dijiste? —la pregunta había salido con un tono ligeramente más alto de lo usual.

    —¡N-no les di ningún nombre! —se apresuró a decir, captando el sentido de la pregunta—. No sospecharon que hablaba de ti en ningún momento, si eso es lo que te preocupa.

    Silencio de nuevo. Si esta charla de uno estaba dando resultados, no eran los que esperaba. No quería forzar a Red Son a nada, así como los demás no lo habían forzado a él a contarles lo sucedido. ¡Pero el silencio de Red Son lo mataba! Era tan inusual, tan raro, especialmente cuando ni siquiera se dirigía a él con ese tonto apodo que le había dado y al cual le agarró el gusto. Imposible saber si el silencio era porque estaba avergonzado como aquel día o por una razón que desconocía, cuando el cabello le cubría incluso las orejas.

    Tomaría el riesgo. No pasaría toda la noche así o Red Son terminaría huyendo, otra vez, ahora con su saco.

    Acercó su mano derecha al rostro de Red Son y rozando levemente sus mejillas, movió todo el cabello que le impedía verlo directamente para colocarlo detrás de su oreja, aunque algunos mechones se rehusaron a quedarse en el sitio.

        —Responde mi pregunta.

    Esos ojos anaranjados veían a Qí Xiǎotiān fijamente. Sus mejillas y su orejas estaban, como lo había pensado, sonrojadas. Idiota sería negar su propio pensamiento, Red Son se veía hermoso así.

    Hizo una mueca poco después y apartó la vista hacia el suelo, topándose con su saco rojo.

    —Tenía miedo. —Tomó su saco y se distrajo un rato con las partes rasgadas, antes de continuar. —Cuando dijiste que te gustaba, no sé exactamente qué es lo sentí. Sigo sin entender qué es lo que siento. Soy un demonio, miàntiáo zǐ. No comprendo bien lo que es "gustar", "amar" o cómo debería ser una relación de pareja para ustedes. La de mis padres es totalmente distinta a una relación entre humanos.

    No esperaba que la razón por la cual Red Son había huido fuera el miedo. Miedo de sentir algo que no comprendía del todo bien, algo que podía llegar a ser totalmente ajeno a los demonios pero tan común a los humanos. Qí Xiǎotiān no lo había pensado antes, la gran diferencia que había entre él y Red Son más allá de lo superficial, que era algo a lo que jamás le había prestado la suficiente atención. Se sintió idiota, pero tampoco podía culparse a sí mismo por no saber estas cosas. Red Son era, después de todo, el primer demonio con el que había entablando conversaciones que iban más allá de batallas y peleas.

    Estaba nervioso. No quería hacer el silencio más largo pero tampoco sabía qué decir. No sabía si debía decir algo realmente, como consolar a Red Son o hacer cualquier otra cosa.

    —Me gustas, Red Son —atinó a decir—. No me importa que seas un demonio.

    Red Son hizo un ruido que podía interpretar por risa, por el simple hecho de que estaba sonriendo de lado. Movió su cabeza de un lado a otro levemente, hasta que miró a Qí Xiǎotiān a lo ojos de nuevo. La sonrisa no duró mucho.

    —Debería importarte, miàntiáo zǐ.

    Qí Xiǎotiān se encogió de hombros. En parte era cierto, debería importarle aunque sea un poco, pero no lo hacía. Para todo problema había una solución, de eso estaba convencido. Además, podía perfectamente olvidar todas las veces que Red Son lo amenazó e intentó matarlo, tal cual como las había olvidado cuando no podía despegarse de la cámara ni de su cuaderno. Lo que sí le importaba, más bien preocupaba, en el fondo, era la reacción de sus amigos. Pero para eso habría tiempo después.

    —También me gustas —murmuró Red Son, poco tiempo después.

    El tren de pensamiento de Qí Xiǎotiān descarriló y se detuvo al instante. ¿Había escuchado bien, cierto? No podía desconfiar de sus oídos en ese preciso instante. Le gustaría escucharlo decir esas palabras una y otra vez, para estar seguro y por mero placer, pero Red Son lo maldeciría antes de repetir algo dos veces.

    Se abalanzó de repente hacia adelante y lo abrazó.

    —¡Āi yā, suéltame! —gritó Red Son, sin esperar realmente que le hiciera caso. Juraba que Qí Xiǎotiān era incluso más pesado que ese maldito bastón mágico.

     Intentó zafarse, pero con cada intento que hacía para alejarse, Qí Xiǎotiān se acercaba más y aplicaba un poco más de fuerza en sus brazos. Podía usar sus poderes, pero estaba exhausto física y mentalmente, y tampoco quería alejarse en realidad. Solo deseaba que el cabeza de fideos fuera tan débil como lo había juzgado en un principio.

    Al final se rindió y regresó el abrazo torpemente, no estaba acostumbrado a nada de esto. Su corazón latía tan fuerte que era lo único que podía escuchar en esa pequeña habitación.

    —Hey, Red Son. ¿Puedo besarte?

    Qí Xiǎotiān se alejó un poco del abrazo, lo suficiente para verle el rostro a Red Son. Lo único que había en su mente era la lista de cosas que quería hacer y las estaba cumpliendo por orden. Escucharlo decir ese tonto apodo. Verlo sonrojado. Abrazarlo fue un añadido extra que no sabía que necesitaba. Ahora solo faltaba besarlo, aunque fuera una sola vez. Sintió que necesitaba pedir permiso solo por tratarse de Red Son.

    —Haz lo que quieras —respondió.

    Si insistía.

    Se puso de pie y acto seguido levantó a Red Son del suelo, quien se quejó por la sorpresa, para dejarlo en la cama. Estar en el suelo era raro, al menos para él, e incómodo, sus rodillas ya estaban algo adoloridas de soportar parte de su propio peso.

    De todas formas no esperó a que Red Son se acomodara, tan pronto como lo dejó en la cama lo besó. Era un mero roce de labios, nada más, pero para él era, sin mentir, lo mejor del mundo. Una sensación tan cálida lo envolvía por completo, y al hacerlo lo tranquilizaba. Estaba seguro que no era precisamente porque Red Son fuera un demonio y tuviera poderes de fuego. Era una calidez interna, no externa —aunque juraría que las palmas de sus manos, con las que sostenía el rostro de Red Son por las mejillas, estaban ardiendo—, y no se cansaba de sentirla, pues lo besó una vez más. Luego otra. Luego otras más. Red Son también estaba siendo cooperativo. Había ladeado solo un poco su cabeza para que Qí Xiǎotiān no chocara con su nariz todo el tiempo, y de vez en cuando era él quien se inclinaba hacia adelante, esperando el siguiente beso que llegaba al instante.

    Pasaron así un buen rato, hasta que decidieron parar sin necesidad de decirse nada. Red Son, usando sus poderes, apagó la luz. 

    Qí Xiǎotiān sonreía como un bobo mientras se acostaba en su cama, sin dejar de ver a Red Son, aun cuando sus ojos estaban luchando por mantenerse abiertos, que se había puesto de pie para recoger su saco del suelo, sacudirlo y ponérselo. Hizo un gesto de sorpresa cuando se dio cuenta que olía a detergente. Por supuesto que lo lavó, no pudo simplemente dejarlo ahí por tres semanas llenándose de polvo.

    Iban a ser pasadas las doce, era obvio que Red Son tenía que irse pero deseaba que no lo hiciera, pero tampoco quería adelantarse mucho. Ni siquiera estaba seguro de que ya fueran pareja. Para ello podrían hablar al día siguiente. Definitivamente vería a Red Son al día siguiente.

  También quería saber cómo eran las relaciones entre demonios, siempre era interesante para él saber cosas sobre las criaturas que de pequeño consideraba como meras leyendas y ahora se había acostumbrado a ver y a enfrentar.

    Bostezó, justo cuando Red Son abría la puerta del balcón.

    —Nos vemos mañana, Hóng hái'ér —dijo, somnoliento. Tenía los ojos cerrados muy a su pesar, pero seguía sonriendo.

    —Wǎnān, Miàntiáo zǐ.

    Escuchó la puerta cerrarse y nada más.

 


Red Son sentado en la cama de MK, con luz del atardecer iluminándolo