Encarnada, personificada

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Descripción:

La cicatriz de Red Son es algo para pensar.


Era estúpido. Era muy, muy estúpido. Preocuparse por algo que siempre ha estado ahí, algo que era parte suya, algo que él mismo se dio. Le gustara o no. Nada que el Fuego de Samadhi tocase puede sanar. No importaba si le gusta o no. Estaba ahí. La cicatriz en su mejilla estaba ahí y no se iría. Nunca.

Rompería el espejo si no fuera por el pequeño detalle de no estar en su casa, sino en la de Qí Xiǎotiān. El cabeza de fideo estaba durmiendo, y lo que menos quería era despertarlo y llamar su atención. Lo que menos quería es su consuelo, una preocupada voz preguntándole si estaba bien, si quería hablar; unos brazos tratando de abrazarlo mientras se resistía —sin fuerza, en realidad— a ello. Lo que menos quería es que Qí Xiǎotiān lo vea débil. Y eso es igual de estúpido, porque él lo sabía. Ya sabía que era débil, que podía serlo. Lo sabía. Lo aceptaba. Todos tenemos debilidades, dijo.

Qí Xiǎotiān se atrevió a llamarla "cool" un día, el muy idiota. También se atrevía una vez y siempre a apartar su rojo cabello que llegaba a cubrir la cicatriz cuando lo dejaba suelto mientras le sonreía. Qué patético el haber caído por una sonrisa como esa, pero fue inevitable. Tan patético como el sentirse inseguro por la cicatriz. Rara vez le prestaba atención. Era capaz de olvidar que existía. Qí Xiǎotiān la recordaba constantemente y eso no hizo otra cosa que hacerlo recordar a él también, constantemente. Una cicatriz que no simbolizaba otra cosa más que su propio fracaso, su inseguridad encarnada en él mismo, personificada para que todos la pudieran ver.

Apagó la luz del baño y salió de allí. Qí Xiǎotiān estaba ahí, sentado, viéndolo en la oscuridad. Suspiró cerrando los ojos, caminó hasta la cama para acostarse de nuevo y esperó. Esperó la mano de Qí Xiǎotiān apartando su cabello de la cara para ver la cicatriz y para sonreírle de nuevo.