Cambio de planes

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Advertencias:

Felación, trío con un clon de MK (Porty).

Descripción:

Qí Xiǎotiān no tenía otra alternativa más que invocar a un clon suyo para resolver un problema. Lamentablemente, ese clon terminó siendo Porty. ¿Qué podía salir mal?


   Qí Xiǎotiān no tenía otra alternativa. Se prometió no volver a usar los clones para cosas tan banales y tontas que él podía hacer perfectamente, pero en serio no encontraba otra salida. Nadie tenía que saberlo, solo él y al clon que haría desaparecer tan pronto acabara con todo. Nada saldría mal. Nada se saldría de control, sabía cómo manejar esto.

    Así que se arrancó un cabello y lo lanzó al suelo. El clon emergió rodeado de nubes doradas, el cual le sonrió de lado tan pronto terminó de materializarse.

    Oh, no, pensó Qí Xiǎotiān. No Porty.


    Qí Xiǎotiān era un aburrido, al menos eso pensaba Porty. Sí, estaba hablando de él mismo en cierta manera, pero eso no le quitaba la opinión. Le había prohibido rotundamente ir a divertirse al Club Antigravedad o a cualquier otro sitio después de terminar con el estúpido trabajo. Que, por cierto, ya había terminado. Así que estaba en el —su— apartamento, sin nada que hacer.

    Suspiró pesadamente. No se sentía como él sin su absurdo abrigo con manchas de leopardo ni sus gafas rosas de fiesta o todas las pulseras en sus brazos. Por supuesto, tampoco se sentía él fuera de una fiesta, pero considerando su situación el vestirse diferente era lo único que podía alegrarle un poco la tarde que se pasaría esperando al Qí Xiǎotiān original. ¿Lo malo? Todo el maldito armario de Qí Xiǎotiān era lo mismo. Camisetas blancas con logos tontos; pantalones rojos, de vez en cuando alguno de color negro o verde oscuro; y esas malditas chaquetas, el horror hecho prenda. 

    Se quitó el uniforme de mala gana y lo lanzó al suelo. Total, esa ropa desaparecería tan pronto como él en cuando Qí Xiǎotiān así lo quisiera.

    Cayó de mala gana a la cama, con sus brazos debajo de la cabeza y con una mueca en el rostro. Cerró los ojos, no hacer nada era al parecer la única salida que le quedaba. Si desobedecia la simple e (in)sensata orden que le habían dado, el resultado quizá sería peor que la última vez que fue invocado.

    Abrió los ojos en cuanto escuchó la puerta abrirse y unos pasos acercarse. Se incorporó. Al fin, pensó, termina con esta miseria de una vez.

    —¿Miàntiáo zǐ?

    Vaya su sorpresa cuando no escuchó su propia voz, sino la de Red Son. 

    A los poquísimos segundos de lanzar la pregunta, la silueta que le era tan familiar y a la vez no, apareció delante de él, con ese típico saco desgarrado en los bordes y esa coleta que solamente los dioses sabían cómo la podía mantener hacia arriba.

    —Si estás aquí debiste haber respondido, bèndàn —dijo Red Son, cruzándose de brazos con un tono de irritación, pero no estaba enojado. Su voz era simplemente así.

    Por supuesto. Red Son iba a venir en la tarde, justo después de que Qí Xiǎotiān terminara todos sus quehaceres, ¿cómo pudo olvidarlo? De ahí que el él original se viera encasillado a tener que invocar a un clon suyo, que para su bendito infortunio fue Porty, el más problemático de todos los que causaron problemas aquel día. Si lo tenía que decir claro, Porty estaba orgulloso de ello. Sonrió por un momento.

    El plan de Qí Xiǎotiān había sido tontamente simple. Invocar un clon, que el clon hiciera el trabajo pesado mientras él hacía el más fácil, luego deshacerse del clon, ir a su casa y esperar a que Red Son apareciera para tener una cita. Lindo. Lamentablemente no salió como pensaba, porque Porty completó el trabajo en un parpadeo y Qí Xiǎotiān estaba tardando más de lo que debería.

    —Bù hǎo yì si, es solo que... —Porty vio a Red Son de arriba a abajo y al revés. Al menos Qí Xiǎotiān tenía buen gusto en algo. —Te ves bastante lindo hoy.

    Red Son bufó y rodó los ojos, pero sus orejas se tintaron de rojo levemente. Muy buen gusto. Quién diría que alguien tan tarado como Qí Xiǎotiān se conseguiría a un demonio.

    —Estoy como siempre, miàntiáo zǐ.

    Una idea pasó y le llegó a Porty como un flasheo, haciéndolo  sonreír. ¿No sería divertido hacer que la cita tomara un ligero giro hacía la izquierda? Estaba cien por ciento convencido de que el tonto de Qí Xiǎotiān no se esperaría nada de lo que él tenía en mente.

    —Hey, Red Son —canturreó, acercándose y tomándole la mano al otro—. ¿Crees que podamos hacer un pequeño cambio de planes?

    Red Son arqueó una ceja a modo de respuesta.


    Se sentía como un zombi, arrastrando los pies por el suelo al caminar, con la espalda encorvada hacia delante y la vista perdida, moviéndose por un simple acto de magia. El trabajo que pensó sería muchísimo más fácil —y por el cual mandó a su clon, Porty, a hacer el otro que tenía pendiente— resultó ser el más difícil y agotador. Estaba exhausto. Si se echaba en mitad del pavimento definitivamente parecería un cadáver de verdad, tanto que seguro alguien llamaría a una ambulancia. El acto de magia que lo mantenía caminando hacia su casa era el saber que Red Son lo esperaba allí.

    Sacó su celular con dificultad por el dolor de brazos y volvió a leer el mensaje de "ya estoy aquí" que Red Son le había enviado hacia menos de media hora. Sonrió levemente, se sentía algo mal, muy aparte del dolor corporal y cansancio, porque le había prometido una cita a su pareja que ahora no podría cumplir. Red Son lo entendería, pero eso no le quitaba el sentimiento de culpa. Al menos había comprado, de camino, unas dàntǎ que podían comer. Una cena en medio de su apartamento, a solas mientras veían la televisión o algo seguía siendo una cita, ¿no? Una pequeña compensación.

    Suspiró aliviado cuando dio vuelta a la calle y vio en su apartamento las luces encendidas y una silueta, distorsionada pero que seguramente era de Red Son y su visión le fallaba por el mero agotamiento. Guardó su celular para sacar sus llaves.

    Cada pasó que daba en una escalera era como si todos sus músculos le gritaran que dejase de torturarlos de aquella manera, pero no podía parar ahora que estaba tan cerca. Al fin estaba en casa. Al fin podría echarse en su cama y descansar y cenar con Red Son y quizá besarse un par de —muchas— veces antes de dormir juntos. Ese escenario le dio la motivación que necesitaba para subir los últimos escalones y abrir la puerta rápidamente.

    Hubiera entrado gritando algo absurdo, de no ser por el hecho de que en cuanto cruzó el umbral y cerró la puerta detrás suyo escuchó un gemido. No podía ser de nadie más que de Red Son. Dejó la bolsa con las dàntǎ el suelo y de un saltó ya estaba en lo que era su habitación.

    Toda esa pesadez en su cuerpo por el cansancio se evaporó tan pronto en cuanto su cerebro logró comprender a medias lo que sus ojos estaban presenciando, ahí. En su cama.

    Red Son. Sin duda era él. Tenía su cabello, rojo, muy rojo, suelto, alborotado. Estaba acostado en su cama. Desnudo, definitivamente estaba desnudo. Podía ver la piel de brazos y sus piernas y su cuello y sus clavículas. Boca abajo. Boca abajo porque encima de él, estaba Qí Xiǎotiān. O sea, él. Pero no él él, porque él estaba ahí, en medio de la habitación, viendo cómo el otro él sonreía en su dirección, sin decir nada, mientras que con una mano sostenía la cabeza de Red Son para mantenerla pegada al colchón y con la otra sostenía su cadera.

    No entendía bien lo que estaba pasando hasta que su vista se deslizó por el cuerpo de Red Son y dio a parar a su trasero. ¿Por qué Qí Xiǎotiān, él pero no él él, estaba penetrando a Red Son?

    Porty. Porty. No es él él, no soy yo, pensó, es Porty. Gritó, o más bien chilló alto, algo que ni él —Qí Xiǎotiān, el original, de eso estaba seguro— entendió.

    Porty seguía sonriendo en silencio. De hecho su sonrisa solo pareció ensancharse más con ese alarido incoherente. Red Son, por otra parte, sin mucha fuerza, levantó su cabeza y vio a Qí Xiǎotiān ahí, a unos pasos de la cama, con los ojos muy abiertos y muy enfocados. Parpadeó un par de veces, confundido. Qí Xiǎotiān estaba encima suyo, follándolo, pero también estaba allá, de pie, como un idiota observándolo todo. 

    No. No era posible. No podía ser posible. Esto debía ser una maldita broma .

    —¡Miàntiáo-! —el gritó, que definitivamente ahora era un grito de enojo puro, se interrumpió por un gemido. Las flamas que se había comenzado a elevar en su cabello de la ira se extinguieron casi al instante.

    Porty se había movido, algo que dejó de hacer en cuanto el verdadero Qí Xiǎotiān entró a la habitación, hacia adelante, aplicando solo un poco más de fuerza a la cabeza de Red Son. Oh dioses. ¿Alguna vez había escuchado a Red Son gemir así? Ni siquiera cuando en batallas salía herido y con fuertes dolores se quejaba. Pero claro. Eso no era un quejido de dolor. Era uno de placer. Placer que le estaba dando él. Bueno, no él, Qí Xiǎotiān, sino Porty. Pero técnicamente era él. Sí. No.

    —¡¿Qué estás haciendo, Porty?! —chilló.

    Su clon soltó una risita y se movió de nuevo. Hacia atrás, lento. Luego hacia adelante, rápido. Muy rápido. Red Son gimió otra vez. El ceño fruncido de su rostro se había desvanecido por completo, solo quedaba su cara completamente roja y sus ojos llorosos entrecerrados y sus labios húmedos y su cabello cayendo hacia los lados como un mar rojo incomprensible y Qí Xiǎotiān quería tanto acercarse y besarlo y hacer con sus propias manos que volviera a hacer esa expresión.

    —¿Qué pasa, MK?

    Porty hizo un gesto de puchero, pero en realidad seguía bastante divertido por todo. Tomó a Red Son del cabello e hizo que levantara su cabeza —y Red Son volvió a gemir y Qí Xiǎotiān se preguntó por qué no estaba diciendo nada, gritándole, maldiciéndolo, algo, por qué estaba disfrutando esto tanto como él mismo y eso estaba mal, muy mal— y la mano que antes estaba en la cadera pasó a sostener la barbilla, como un soporte para toda su cara.

    —¿No te gusta lo que ves? —preguntó.

    Qí Xiǎotiān jamás había querido golpearse —técnicamente era él pero a la vez no— a sí mismo por algo, ni siquiera por sus estúpidos errores y todos los problemas que habían causado, como ahora. Dos razones, muy sencillas, para ello.

    La primera, porque detestaba a Porty. Debió haberlo deshecho tan pronto como se percató de qué clon se había materializado e invocar a cualquier otro, incluso soportaba más al que se hacía llamar artista y era un maniático. La segunda razón era, sin embargo, la más poderosa: sí que le gustaba lo que veía. Mentiría y se lamentaría de por vida por ello si dijera que no le estaba gustando ver a Red Son así, bajo su —la de Porty, pero de nuevo, era él pero no él él y se sentía culpable y celoso y rabioso— merced.

    ¿Había antes imaginado o soñado a Red Son así? Sí. Totalmente. Pero no así así. Imaginó que su primera vez —sí, esta era su primera vez pero a la vez no lo era porque no era él, de nuevo— sería algo más romántica, quizá. Cliché, como en esas películas de jóvenes adolescentes de las cuales Red Son solía reírse por parecerle absurdas. Lo eran, pero en el fondo Qí Xiǎotiān deseó que así fuera la primera vez que hicieran el primer paso a llevar su relación a algo mucho más íntimo, que era bueno, tener sexo. Se imaginó una situación más vergonzosa pero no incómoda, donde ninguno de los dos sabían que hacer y terminaban haciéndolo lento y con cuidado. Básicamente todo lo contrario a lo que estaba pasando delante de él.

    Porty no era cuidadoso. Trataba a Red Son con demasiada rudeza, lo cual lo hizo preguntarse si es que él —Qí Xiǎotiān— podía llegar a ser tan agresivo. La idea le aterrorizaba un poco, en especial si se trataba de usar dicha fuerza y agresividad en alguien a quien amaba profundamente y no quería herir en absoluto.

    Otra pregunta apareció en su mente. ¿Por qué Red Son seguía ahí? ¿Por qué permitía que Porty lo tratara de tal manera, jalando su cabello, tomando su cadera con tal fuerza que podía ver cómo la piel debajo de aquellos dedos se enrojecía, agarrando su barbilla para mover su cara con agresividad y que volteara a ver directamente a Qí Xiǎotiān, que seguía sin moverse del sitio donde se había plantado? Red Son era fuerte. Muchísimo más fuerte que él. Era alguien capaz de quemar todo el mundo y no habría manera de detenerlo, no desde de que había recuperado el Fuego de Samadhi. Entonces, ¿por qué?

    Solo había una respuesta, porque se rehusaba a pensar que Porty le había hecho algo. Una que no sabía si le causaba temor por igual o que muy en el fondo la disfrutaba, y era que Red Son estaba permitiendo todo aquello. Permitiendo que esa fuerza, agresividad, dolor y trato indigno le fueran aplicados en cierta medida por él. Por Porty. Por alguien que él creyó era Qí Xiǎotiān, su novio. Su corazón dio un salto.

    Tercera razón para querer pegarse a sí mismo: asegurarse de que no había desfallecido a mitad del camino en dirección a su casa y que ahora estaba teniendo uno de los peores —mejores— sueños húmedos de toda su vida. Aunque no estaba convencido de tener tanta imaginación como para crear en su mente un escenario como este, no a consciencia.

    —Mi-miàntiáo zǐ... —Red Son lo llamó, con bastante dificultad.

    En serio, muy en serio, no debería estar pensando que quisiera ver a Red Son así de nuevo. Quería pedirle que dijera su absurdo apodo otra vez, así, gimiendo, en éxtasis, todas las noches. O quizá no todas pero al menos la mayoría de ellas. Tampoco debería estar pensando que esa voz ronca y baja le estaba provocando una sensación que no quería describir entre sus piernas.

    Por su propio bien tenía que detener esto. No podía, quería o debería tener una erección viendo a Red Son de tal sublime manera. Tampoco quería estar celoso de su clon, de sí mismo pero a la vez no.

    Movió su mano hacia su oreja, pero antes de que pudiera invocar el bastón de Monkey King, Porty chasqueó la lengua y negó con su cabeza.

    —Ni se te ocurra, MK. ¿En serio planeas detener la diversión cuando acaba de empezar?

    Porty soltó la barbilla de Red Son, quien dejó caer toda la parte delantera de su cuerpo a la cama, pero seguía viendo hacia delante, hacia Qí Xiǎotiān.

    —Lo que deberías hacer es darme las gracias, ¿sabes? Lo preparé para ti.

    Qí Xiǎotiān solo tembló. No invocó el bastón, pero tampoco movió su mano de sitio.

    —¿Por qué no te unes a la fiesta?

    Qí Xiǎotiān debía de ser un maldito imbécil para hacerle caso a su clon y acercarse. Por suerte, estaba muy al tanto de que era un maldito imbécil, porque justo estaba dando pasos hacia adelante. Cuando se dio cuenta que pisó, sin querer, el saco de Red Son en el suelo —ahora que lo veía, sus ropas estaban por todo el maldito suelo de su cuarto— intentó apartarse, pero tropezó. Con su propio pie.

    Cayó en la cama, boca abajo, y cuando levantó su cabeza se encontró con el rostro de Red Son. Muy, muy cerca suyo. Era capaz de notar cosas que quizá antes no había notado, o que si las notó decidió olvidar para encontrarlas de nuevo. Por un muy corto período, imaginó que Red Son le había sonreído, antes de que Porty volviera a hablar.

    —No te quedes ahí mirando como un bobo, siéntate.

    Así lo hizo. Se sentó con las piernas estiradas, porque era imposible hacerlo en flor de loto en el pequeño espacio que ocupaba de su propia cama. También, porque si lo hacía probablemente empezarán a doler de nuevo.

    Porty se puso de pie, con una sonrisa, y caminó hasta la silla al otro lado de la habitación para sentarse. Red Son gimió, pero para Qí Xiǎotiān ese sonido había sido más un quejido de disgusto. Ahora eran solo ellos dos en su cama. Bueno, al menos para Qí Xiǎotiān algo de cómo imaginó su primera vez con Red Son se estaba cumpliendo y era el hecho de que estaba terriblemente avergonzado.

    —Pídele que use su boca, MK. Pero hazlo como una orden, de lo contrario no creo que te haga mucho caso.

    ¿Una orden? ¿Ordenarle a Red Son algo? ¿Ordenarle a Red Son que usara su boca? Sonaba como una idea malísima, Red Son no tomaba órdenes —o al menos no cuando sonaban como tal—, solo sugerencias. Pero iba a intentarlo. Oh dioses, ¿por qué demonios iba a intentarlo?

    Tragó saliva.

    Abrió la boca pero fue muy tarde, no dijo nada. Red Son movió sus manos y comenzó a desabrochar tanto el cinturón como el pantalón de Qí Xiǎotiān. Escuchó a Porty reír, pero no dijo nada. Gracias a los dioses no dijo nada.

    Cuando sintió que la parte baja de su cuerpo estaba libre de la presión que su pantalón hacía, levantó un poco sus caderas pero apartó su mirada. Las elevó lo suficiente para que Red Son pudiera apartar tanto el pantalón como la ropa interior de Qí Xiǎotiān. Sabía lo que pretendía hacer y se sentía algo culpable de sentir en su pecho tanta anticipación.

    Podía sentir lo caliente que estaba Red Son. No en ese sentido, del todo. Sino que, bueno, Red Son era un demonio de fuego y generalmente estaba caliente. Irradiaba calidez, por sus poderes, lo quisiera o no. Dormir con él en verano era un poco un suplicio pero hacerlo en invierno era lo mejor del mundo.

    Lo estaba anticipando, sí, anhelando, pero eso no evitó que se sorprendiera cuando Red Son en verdad usó su boca.

     Si sentir el aura de manera externa había sido una sensación bastante agradable —era una noche algo fría—, ahora sentir el interior de la boca de Red Son en su verga, más específicamente, era lo mejor del mundo. No solo estaba caliente, también estaba húmedo y estrecho. Podía sentir la lengua de Red Son en el tronco, palpitando; sus labios y la respiración caliente en su pubis y...

     Respiración y labios en su pubis . No. No podía ser cierto.

    Se tragó su vergüenza y giró su cabeza para ver a Red Son. Red Son lo estaba viendo con esos hermosos ojos anaranjados y ahora llorosos, pero no se veía que estuviera adolorido. Oh dioses era verdad. Red Son se había metido todo... eso a su boca. Qí Xiǎotiān no lo podía creer. Su mente estaba haciendo todo lo posible para impedir que lo creyera. Difícil, muy difícil. Mojado, apretado.

    Tomó entre sus manos el rostro de Red Son, rozando con sus pulgares esas orejas rojizas y sensibles, y trató de apartarlo. Lo logró sin mucho esfuerzo, pero lo que fácil viene fácil se va. Red Son frunció sus cejas y aprovechando la nula fuerza que Qí Xiǎotiān estaba aplicando a su agarre, movió su boca —más bien toda su cabeza— hasta adelante, de tal forma que de nuevo no había ni una sola parte de la verga de su novio que estuviera expuesta al aire libre.

    Si su mente antes era solo una red de puras confusiones, ahora la sentía derretirse como si fuera mantequilla en una sartén.

    Qí Xiǎotiān jadeó. De placer, porque vaya si lo que estaba sintiendo en esos momentos era más que placentero, pero no quería jadear de placer. Más bien su parte que él llamaba racional —la que muchas veces le decía "planea antes de actuar" y que más de una vez había ignorado en ciertos casos— le decía que no quería. Pero era muy fácil ignorar de nuevo esa parte de su mente cuando el resto iba a estallar. La boca de Red Son simplemente se sentía increíble, y apretada. Las manos que siguen a sosteniendo la cabeza de Red Son tiemblan, al igual que todo su cuerpo, pero ya no por sus nervios —aunque quizá sí está solo un poco nervioso, después de todo es su primera vez y quiere hacer todo correctamente pero qué tan correcto es que tu novio te dé una mamada la primera vez, este tipo de cosas no salen en las películas que malamente decidió tomar de referencia para sus fantasías—, sino ya por pura excitación.

    Red Son gimoteó antes de comenzar a moverse, adelante y atrás, lento y rápido y rápido y lento. Qí Xiǎotiān no puede hacer otra cosa más que controlar la fuerza con la que sigue sosteniendo el rostro de Red Son.

    —¿No es genial? —habló Porty.

    Cierto, Porty seguía ahí, sentado en esa silla, sin moverse, solo viendo. Lo había olvidado por completo. Red Son podía hacer que olvidara muchas cosas, y más así .

    Si Porty siguió hablando no lo escuchó por su propia voz, alzándose.

    —¡Re-Red Son!

    Estaba cerca de su orgasmo. Debía apartar a Red Son, a toda costa, pero Red Son seguía moviéndose y Qí Xiǎotiān no podía encontrar las fuerzas para alejarse él. Sus piernas temblaban, las sentía débiles y adoloridas y hormigueaban un poco, y sus brazos eran más bien una maldita gelatina. Si sus manos seguían en la misma posición en las mejillas de Red Son era por puro milagro.

    No se dio cuenta cuándo Porty se había levantado de la silla y caminado hasta estar a su lado. Lo tomó por los hombros, sobresaltándolo.

    —Puedes hacerme desaparecer ahora, MK —susurró a su oído, su tono delataba que seguía sonriendo—. Solo no te olvides de decirle a tu novio lo bien que lo ha hecho.

    Maldito clon suyo, por supuesto que lo haría desaparecer. Hizo su mano derecha un puño y golpeó a Porty, muy posiblemente en la cara, quien dejó de existir al instante. Segundos después Qí Xiǎotiān alcanzó su orgasmo, dentro de la boca de Red Son. No pudo evitar jadear, complacido. Se sentía como si hubiera alcanzado el Nirvana.

     Apartó la mano izquierda del rostro de Red Son y se tapó la cara, echándose de espaldas a la cama. Se golpeó la cabeza y se quejó.

    Había sido increíble. Todo. Pero al igual que el dolor en un parte de su cabeza, comenzó a sentirse mal, con una sensación rara en su estómago y su corazón latiendo quizá más rápido de lo que debería latir.

    Sintió de pronto en toda su parte baja, desde su ombligo hasta sus rodillas, y por supuesto su verga, el aire frío de la noche. Sus dientes castañearon un poco, pero cuando escuchó a Red Son tragar en el silencio de su habitación no pudo evitar forzarse a apretarlos.

    Se sentó tan rápido como su de nuevo adolorido, pero aliviado y menos estresado, cuerpo le permitió. Se encontró cara a cara con Red Son, quien seguía con su rostro algo enrojecido, pero no parecía molesto. Antes de darle la oportunidad de hablar, Qí Xiǎotiān lo tomó por los hombros.

    —¡Bào qiàn, Red Son! —se disculpó, desesperado.

    Red Son parpadeó un par de veces, la voz de Qí Xiǎotiān lo había dejado aturdido. No le dio tiempo a responder.

    —¡En serio, lo siento muchísimo, Red Son! Yo...

    Se mordió el labio, buscando cómo explicar toda la situación cuando ni siquiera él la terminaba de entender bien. Su mente seguía en parte en shock, en éxtasis. La sensación de placer no estaba desapareciendo aún cuando el horrible golpe que era sentir culpa afloraba cada segundo que pasaba sin decir nada.

    —N-no sé cómo es que pasó todo esto, en serio, yo... ¡Ese era un clon mío! Dios, ¡fui tan tonto al haberlo manifestado! —farfulló—. Quería terminar antes de tiempo todo los trabajos que tenía que hacer para poder llegar a la casa y pasar la tarde juntos pero todo se complicó y no tuve mejor idea que crear un clon mío para que me ayudara pero terminó siendo Porty y entonces Porty te, te...

    Se dio un momento a inhalar y exhalar, pero seguía acelerado. No sabía cómo continuar esa frase. 

    No hizo falta que la continuara de todas formas, porque Red Son simplemente lo besó. Los labios de Red Son estaban calientes y húmedos y simplemente se sentían increíbles cuando estaban sobre los suyos propios.

    Cuando se separaron, Red Son suspiró.

    —Está bien, miàntiáo zǐ.

    Se removió en la cama y trató de acomodarse el cabello —tarea imposible—, buscando una posición un poco más cómoda para hablar y estar cerca de Qí Xiǎotiān, sin tener que sentir lo húmedo de la toalla que había colocado debajo de él.

    —Yo, um. Yo fui quien te— carraspeó, y se corrigió enseguida: —quien le dijo a tu clon cómo hacer las cosas.

    —Oh.

     Oh . Qí Xiǎotiān solo pensó en una cosa, y es que se había olvidado de cómo pensar. Tampoco es como que necesitara hacerlo en ese mismo instante, aunque estaba comenzando a sentir una curiosidad muy potente con quizá solo una pizca de celos porque en serio quería saber cómo es que aquella conversación había sido. Pero, de momento, solo quería saber si Red Son estaba bien.

    —¿En-entonces no estás, eh, enojado?

    Se rascó la nuca, nervioso, encogiéndose de hombros. Estaba sudando, por todos lados. Necesitaba una ducha. Pensó que Red Son también. Al menos el asco mental y la culpa que sentía por sí mismo ya se habían esfumado.

    —Cuando llegué y me viste parecías, bueno, eh...

    —Sí, miàntiáo zǐ. Estaba enojado —respondió, haciendo énfasis en el pasado. Su tono había regresado a la normalidad, y Qí Xiǎotiān lo agradeció mentalmente. —Pensé que era una broma de mal gusto.

    —Bào qiàn...

    —No te disculpes —gruñó.

    Usando sus poderes de fuego, pues estaba realmente exhausto, hizo levitar la ropa que estaba en el suelo, que ahora solo era la suya. Mientras parecía buscar algún lugar donde dejar caer su ropa que no fuera el piso ni la silla, Qí Xiǎotiān recordó lo que le había dicho Porty.

    —Red Son. —El mencionado lo miró por el rabillo del ojo, arqueando una ceja, sin girar su cabeza. —Eso fue increíble.

    Fue todo lo que atinó a decir, sonrojado, no quería volver demasiado incómodo el ambiente para él relatando todo lo que había sido increíble, porque eran muchas cosas a la vez. Lo decía genuinamente. Jamás se había sentido tan bien en sus veintiun años, y esperaba que no fuera la primera y única vez. Eso sí tendría que hablarlo, en algún momento.

    —¡Ah, traje dàntǎ! ¡Lo había olvidado!

    De un salto salió de su cama, acomodándose el pantalón para no caer al suelo, y corrió hacia el pasillo para recoger la bolsa que había dejado ahí.

    El rostro de Red Son y sus orejas enrojecieron al mismo tiempo que el mechón de su frenre se transformó en una llama por unos segundos. Tosió y en seguida cubrió su boca, girándose a un lado, pero Qí Xiǎotiān logró ver que lo que Red Son intentaba ocultar era una sonrisa.