Hobie estuvo bastante convencido por un corto-largo tiempo que no visitaba constantemente el mundo de Pavitr por Pavitr.
Bueno, no le sorprendió tanto el puñetazo en el estómago que fue advertir que vaya y sí que lo estaba haciendo, cuando sus ojos se desviaban sin querer para observar una genuina sonrisa o una expresión exagerada nacida de una hinchazón en un dedo o un ceño fruncido ante la más mínima y estúpida molestia durante el trabajo. Hobie era —y lo pensaba con orgullo, no vergüenza— el principal generador de lo último, siempre tratando de tocar los más profundos nervios de Pavitr. A pesar de eso, quería creer que su apego no era para nada evitativo, por todas aquellas veces que él fue causante de una sonrisa por más leve, sarcástica o incrédula que fuera y no podía hacer otra cosa más que mirar embobado; pensar estaba fuera de la cuestión.
No quería alejarse de Pavitr. No quería que Pavitr se alejara de él. Era solo que, a veces, era divertido molestarlo, y no era como si Pavitr no le regresara las molestias. Parecía disfrutarlo, en realidad, el seguir el juego de las burlas. Llevada tras llevada, sin aguantarse nunca. Tal vez esa era la razón de haber caído como jodido idiota por él.
Pero no, no en realidad. Tenía una relación similar con Gwen, y con Riri, y con Karl, y con Robbie. Era algo más. Más allá de lo superficial, como el hecho de Pavitr era, sin duda alguna, un niño bonito y un nerd gigante que si abría la boca para hablar de ciencia jamás se callaría, importándole poco si la otra persona no entendía un carajo. Hobie vaya que no entendía un carajo. Escuchaba su imparable balbuceo de todos modos, la genuina sonrisa de Pavitr siempre presente en esas ocasiones, y a veces, no sabía cómo, su presencia hacía que Pavitr resolviera cosas.
Era algo más allá de las creencias compartidas, el odiar a los policías, joder el capitalismo, la comunidad siempre ante todo. Era algo más allá de Pavitr haciendo una cara de fastidio —ya ni siquiera de desagrado— cada que Hobie repetía cómo es que mató a Norman Osborn, dos veces, con su guitarra. Pavitr siempre alegaba con «somos Spider-Men, Hobie», como si eso significara algo. Si Hobie comenzó a responderle «soy Spider-Punk, no Spider-Man» no tenía nada que ver con el hecho de que Pavitr había dicho, alguna vez, quizá sin escucharse así mismo del todo porque estaba muy concentrado en lo que fuera que estuviera haciendo en su habitación, que ese nuevo nombre era bastante «cool».
La tenía difícil. Jodida, putamente difícil.
Mantendría su boca cerrada. Probablemente.
Sería la primera vez en su vida que haría algo en silencio. No era algo que lo entusiasmara.
Mantener la boca cerrada probó ser mucho más difícil de lo que creyó al principio.
No era como si quisiera gritarle a Pavitr que se sentía atraído por él, que saliera con él, que quería besar su tonto, precioso rostro, para nada, en lo absoluto, solo… era jodidamente difícil. Era todo. Miraba de más si no hablaba de más, haciendo todo peor porque Pavitr se había convertido en un gran observador y entonces Hobie pasaba a recibir una ceja enarcada de «habla ahora» —que se sentía como mitad orden, mitad permiso— y cuando no abría la maldita boca, Pavitr pasaba a preguntar.
Como ahora.
—¿Qué?
Le gustaba mucho ese «qué». Tan alejado del educado «¿pasa algo, Hobie?» con el que comenzó todo. Si había una sonrisa en el rostro de Hobie, era cien por ciento de burla y doscientos por ciento amarga.
Dejó de mirar, bajando la vista a las cuerdas de su guitarra. Se suponía que estaba afinándolas, sentado en el suelo de la habitación de Pavitr, recargado en el costado de la cama con sábanas y almohadas todavía perfectamente acomodadas, desde que dejó de acostarse en ella.
—Nada.
—Dafa ho jao.
Eso lo hizo reír. O lo hubiera hecho reír bien. Lo que salió de sus labios le sonó más a un bufido forzado. Pavitr respondió con un leve sonido de molestia, murmurando algo que no alcanzó a escuchar, antes de abandonar la silla y sentarse a su lado. Tenía el presentimiento de que lo que iba a decir a continuación —Pavitr iba a decir algo sin duda, por la leve elevación de sus hombros y de su pecho; siempre lo mismo, siempre un cálculo rápido de palabras— era algo que prefería no escuchar.
—Di lo que tengas que decir.
Atrapado.
Y vaya que prefería no haberlo escuchado. Ahora tenía que responder, y las excusas para su angustioso silencio se le estaban acabando.
—Semana pesada, Pav, estoy cansando.
—Hobart Brown —ouch, que dijera su nombre completo en ese tono era regaño suficiente, pero Pavitr iba a continuar de todos modos—, dijiste lo mismo la semana pasada.
—Dos —levantó los dedos para enfatizar— semanas muy ocupadas.
Pavitr puso los ojos en blanco.
Bueno, ya no tenía más que ocultar, ¿no? No podía discutir con esa reacción, demasiado débil para ello. Tampoco quería escuchar a Pavitr enlistar todas sus excusas y argumentar por qué habían sido un completo fracaso, porque estaba más que claro que ninguna coló de verdad. Mierda, apestaba para esto. Los brazos cruzados de Pavitr y su expresión de frustrada expectación no eran exactamente algo que calmaban su inquietud pero oh, sí que eran alentadoras a su manera.
Puso la guitarra a un lado y se llevó una mano a la cabeza, intento inútil de ocultarla. ¿Por dónde carajo debía de empezar?
—Bueno… Siempre estoy estresándote.
El sonido de Pavitr pudo ser el inicio de una risa contenida, un resoplo de confirmación o ambas. Eso liberó algo de tensión en los hombros de Hobie, pero la sensación de su estómago, como si quisiera vomitar, persistía. Echó la cabeza hacía atrás, hasta que quedó acostada en el borde de la cama y extendió los brazos encima de sus rodillas.
—No te burles cuando estoy hablando de mis sentimientos, viejo.
—Perdón. —Hasta las disculpas falsas sonaban verdaderas con su voz. —No se me ocurrió que lo admitirías en voz alta.
Okay, ignoraría ese comentario por su propio bien.
—No sé, Pav. —Apretó las manos. Dejó que el sonido de los guantes llenara el silencio. —Realmente no lo sé. No he parado de darle vueltas a que siempre estoy jodiéndote de alguna forma. No te quiero lejos, pero solo te estreso o te distraigo. Como ahora, quitándote tu tiempo para que me escuches decir idioteces.
—Hobie.
—Siento que estoy fallando, Pavitr. —No se dignó a mirar a Pavitr al momento de erguirse, en favor de mirar las palmas de sus manos. No las veía temblar, pero sí que las sentía. Quería hundir su rostro en ellas también. —Fallando en acercarme a ti y estas últimas veces ha sido peor. Lo he hecho peor, para mí. Tengo miedo. Solo doy rodeos a lo estúpido. Yo solo… me gustas, Pav. Pero yo no…
—Hobart.
Escuchar su nombre dos veces seguidas en un solo día era un golpe duro, ni siquiera Riri en sus peores momentos lo decía con tanto esmero. Miró a Pavitr.
—Chup, si lo que ibas a decir es que no vales la pena.
Atrapado. Otra vez.
Pavitr suspiró, el silencio de Hobie otorgándole la razón.
Hobie advirtió el comienzo del pensamiento de que no estaba más que causando otra molestia, la mano izquierda de Pavitr deslizándose en su derecha y entrelazando sus dedos lo evaporó por completo. Y todo su cuerpo se enfocó con demasiada fuerza en eso, que ni siquiera su sentido arácnido se activó en el momento que Pavitr se acercó de más, para besarlo en la mejilla.
—Yo decido a quién darle mi tiempo, Hobie. —Dio un apretón a la mano que sostenía. —No estarías aquí de lo contrario.
Por un momento, dejó que esas palabras penetraran y taladraran su maldito cráneo y su jodida mente, no como si intentara convencerse de que eran verdad, sabía que lo eran. Tan solo le gustaba la sensación de la verdad, de esa verdad en específico, de su estúpido miedo desvanecerse.
Colocó su cara contra el cuello de Pavitr, mientras reunía el valor para besarlo como lo merecía.