Control

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Advertencias:

Felación por primera vez.

Descripción:

Haruka quería intentar algo. Touma cedió en más de una manera.


Había subestimado a Haruka.

No. No «subestimado», esa no era la palabra correcta. Nunca lo subestimó, no como idol, no como amigo, mucho menos como persona.

«No puedo siquiera imaginar a Haruka haciendo algo como esto porque él lo consideraría vergonzoso y humillante, quizá» era el sentimiento. Pero encontrar una forma más corta de comunicar eso —a sí mismo, en un banal intento de racionalizar la situación— no importaba. Ya no. Lo que importaba era la realidad, y la realidad era que Haruka estaba mandando a la mierda ese sentimiento. Sin duda, de manera inconsciente, pero Touma no podía darse el lujo de hacer distinciones estando como estaba, física y mentalmente.

Y así como no podía encontrar palabras para sí mismo, no podía ni encontrar palabras para protestar los movimientos de Haruka, que no eran sutiles para decir que había intenciones detrás de ellos, no. Los movimientos eran las intenciones mismas, y esas intenciones se manifestaban en la forma en que Haruka estaba de rodillas en frente suyo, en medio de sus piernas abiertas, con los brazos cruzados y una expresión de irritado desespero.

—¿Y bien? —gruñó—. ¿Te vas a quitar los pantalones o no?

Ah, cierto, se suponía que debía hacer eso.

Miró hacia un lado, evadiendo la mirada de Haruka, la futura expresión que él haría en cuanto abriera la boca y, si era sincero, su propia vergüenza.

—Sí, sí. —Tragó saliva y cerró los ojos brevemente, tratando de no sonar ridículamente apenado. —Difícil contigo enfrente…

Heh. —Haruka solo se removió un poco de su posición, sonriendo de forma sardónica. —Solo escucho excusas. ¿Te echas para atrás?

No era tanto echarse para atrás, porque podía ser tan obstinado como el propio Haruka en muchos momentos, sino nervios. Estaba realmente nervioso, diferente a lo que podía llegar a sentir por preocupación por los demás del grupo. Por supuesto, si decía eso, Haruka solo se volvería a reír y a provocarlo… o peor incluso, interpretarlo como un verdadero echarse para atrás, un completo rechazo hacia él. Lo que menos quería implicar, cualquiera fuera la situación.

¿Desde cuándo había cedido el control de sus pensamientos? Sin duda muchísimo antes de que él aceptara darle el gusto a Haruka de hacer esto. Demonios, podría haber sido incluso antes de que Haruka siquiera decidiera por su propia cuenta lo que quería hacer.

Touma.

Regresó la mirada a Haruka.

No sabía cómo interpretar —mucho menos describir— la expresión en ese rostro, aunque hubiera en esas mejillas un muy notable sonrojo.

Apenas y abrió la boca, apenas y estaba pensando en algo que decir, cuando Haruka interrumpió con su voz todo proceso involucrado.

—Bien.

Touma notó que Haruka había evitado tartamudear, lamiéndose los labios discretamente, porque esa palabra salió como un gimoteo que cualquiera con buen oído calificaría de agudo; un contraste entre esa expresión de una extraña confianza que no era la habitual en él.

—Si no lo haces tú…

Haruka volvió a moverse, esta vez hacia delante, regresando a donde estuvo originalmente tras sentarse de rodillas. Sus brazos ya no estaban cruzados, pero tampoco los dejó reposar en sus piernas, como si no supiera qué hacer con ellos.

—…lo haré yo.

Haruka fue rápido. Tan pronto cerró la boca, colocó una de sus manos en un muslo de Touma solo para separar más sus piernas, mientras que con la otra intentaba desabotonar el pantalón. Touma pudo haber ayudado, pero su reacción corporal fue mucho más lenta que su visión, y para cuando tuvo la intención consciente de ayudar, Haruka ya se encontraba trabajando con la cremallera. El distintivo sonido metálico del deslizador bajando, tan lento pero tan rápido, lo hizo darse cuenta de la cantidad de fuerza con la que Haruka mantenía la pierna en posición, el ligero calor de un mínimo contacto… solo para dar cuenta en un vistazo de que él ya no tenía la mano allí, y el calor que sentía era el de la ausencia.

Se le erizó la piel, no muy seguro si por un pensamiento que le pasó como rayo y que no terminó de procesar, o por las manos de Haruka en la pretina del pantalón, jalándolo repetidas veces, lo más abierto y abajo que podía.

Touma escuchó un sonido de exasperación. Luego, la exasperación misma:

—Esto sería más fácil si lo hubieras hecho.

En otra circunstancia, no habría dejado que la culpa de una frase como esa le afectase. Pero esta vez definitivamente le afectó, porque razón no le hacía falta a esa queja.

—Aún puedo-

—No. —Haruka resopló y se estiró un poco hacia arriba, sin abandonar del todo su posición, cuando pareció haber terminado de lidiar con el pantalón. —Ahora lo haré así.

La otra mano de Haruka fue a parar a la parte inferior de su estómago, sacándole un respingo por el repentino contacto, mientras deslizaba los dedos de la otra mano entre la pesada tela del pantalón hasta que pudo colarla entera sin mucho batallar. Touma lo supo al sentir la palma de esa mano rozando su miembro por encima de la que ahora parecía ser una fina tela de bóxer por lo fácil que era el percibir el calor de la piel y el tan ligero —probablemente porque lo intentaba reprimir a voluntad— temblor nervioso de Haruka, que producía una fricción estática leve, de destreza torpe, pero que lo hizo sisear con la boca cerrada. Y quizá Haruka escuchó esa reacción apenas contenida, pues enseguida tragó saliva —como si estuviera encontrando el coraje para seguir— para comenzar a mover la mano.

Podía decir que Haruka no sabía lo que hacía, no del todo. Los movimientos ni siquiera eran repetitivos y se sentían más como si estuviera haciendo una medición. Touma jadeó aun así, imposible negar su propia excitación.

No supo cuándo Haruka había movido su otra mano hasta el elástico del bóxer, que cuidadosamente estiró hacia delante y abajo, liberando así la erección de Touma al aire fresco de la habitación. Estaba más o menos consciente de que, quizá, debería sentirse cohibido, después de todo era la primera vez que Haruka estaba tan cerca, la primera vez que él haría felación en lugar de ser quien la recibía, pero eso no ayudaría a la ligera tensión del ambiente que emanaba de Haruka, de sus mejillas rojas, de sus ojos contempladores y de la ausencia de temblor en sus movimientos.

—Haru, si quieres-

Cállate.

La palabra fue apenas un susurro, carente de un usual enojo, pero también tan claro y lleno de una intensidad obstinada que Touma no pudo hacer otra cosa sino obedecer. Cerró la boca de inmediato, incluso pegó los labios, y se dedicó solo a observar pasivamente a Haruka, concentrado no en lo que no estaba haciendo sino en lo que iba a hacer, y Touma sintió de pronto la sensación de algo que caía a lo más hondo del estómago, súbita realización de que la situación en la que se encontraba era muy real, y esa realización pronto se transformó en una excitación diferente, que le recorrió todo el cuerpo, haciendo que sus brazos —con los cuales se había estado apoyando en la cama hasta ahora— temblaran.

O puede que las manos de Haruka en su erección fueran las causantes de eso.

Touma tuvo un pensamiento a medio formar de que debía decir algo, decirle algo, aunque hubiera sido callado minutos —¿segundos?— antes, pero Haruka se acercó más, cerró los labios alrededor de la cabeza de su miembro y el medio-pensamiento desapareció se esfumó en neblina mental. No era más que el inicio, el contacto mínimo, pero la boca caliente y húmeda de Haruka se sentían bien. Por supuesto que lo hacían. Una chupada en particular, emparejada con la mano que se movía en la base de su miembro, hicieron que Touma perdiera el equilibrio, los brazos cedieron a su peso y cayó hacia atrás, apenas logrando sostenerse con un codo porque por ningún motivo iba a dejar de ver a Haruka.

No cuando Haruka también lo estaba viendo.

Las reacciones de sus piernas, los escalofríos calurosos de placer, los gemidos que le escapaban de la boca no eran exactamente producto de la felación. Haruka era malo, no podía mentirse a sí mismo ni intentar ser extremadamente generoso, tampoco es que pudiera pedir más —aunque estaba muy seguro de que Haruka sí que había aprendido algo cuando él era el que recibía—; era el entusiasmo combinado con esa mirada que parecía sonreír ante el control que tenía sobre su cuerpo.

La lengua de Haruka se deslizó por el frenillo de su miembro y Touma gimió, a la par que sus caderas se movieron hacia adelante. Haruka apretó los dedos que aún rodeaban su miembro por la base y cerró los ojos con fuerza, y Touma sintió unas arcadas reprimidas por el repentino movimiento. No tardó en relajarse, pero cuando abrió de nuevo los ojos y los conectó directo con los suyos, había una chispa intensa de algo más allá de la determinación.

Sin alejar su boca de la erección, Haruka, con la mano que había tenido libre, empujó la cadera de Touma hacia atrás con bastante fuerza. No la retiró, sin embargo, la mantuvo en esa posición como un impedimento para que Touma volviera a moverse, y el extremo calor no solo del contacto piel contra piel, sino el que producía el agarre, casi una irritación que ardía, lo sintió como un pinchazo de placer que viajó por todo su cuerpo.

Abrió la boca.

Haruka volvió a usar su lengua, deslizándola a lo largo de su miembro. De la boca de Touma salió solo un gemido.

Su cabeza se movió hacia un lado bruscamente, y todo lo que estaba observando comenzó a desvanecerse en blanco. Su pecho le retumbaba en los oídos, se escuchan tan alejados las exhalaciones y jadeos que sabe que son suyos, vanos intentos de formular algo coherente cuando la boca de Haruka de nuevo está en la cabeza de su erección y se mueve hacia atrás y luego hacia delante.

La tensión le recorrió todo el cuerpo, sus piernas las sintió como si fueran a tener un calambre terrible y la zona de su cadera, donde seguía aquella mano, quemaba. No parpadeó, ni siquiera cerró los ojos al nublársele la vista por el orgasmo.

Cuando sus ojos enfocaron de nuevo —al menos con la suficiente claridad para distinguir el suelo de la pared—, bajó la mirada hacia Haruka. Tenía cubierta la boca con una de sus manos y los cachetes inflados como en un puchero, y estaba observando a Touma con una mirada de molestia infinita que no era para nada inusual pero que sí tenía algo más. No fue hasta que arrugó más la nariz e hizo un sonido con la garganta que Touma al fin captó lo que eso quería decir. Entre los rápidos movimientos que hizo para estirarse hacia la mesilla de noche que había al lado y abrir el cajón, no supo si el «¡ah!» fue mental o de verdad lo dijo en voz alta.

De una caja de pañuelos desechables sacó uno y se lo ofreció a Haruka, quien se lo arrebató de un manotazo para colocarlo rápidamente en su boca, arrugarlo y arrojarlo al bote que había cerca. Regresó el ceño fruncido a Touma poco después.

—¡¿Acaso no pudiste avisar?!

El gritó lo aturdió un poco, cuando todo estaba tan silencioso y él continuaba con la agradable sensación de post-orgasmo que le recorría el cuerpo como un calor que era interno y externo a la vez. Quizá por eso fue que el tono de su voz resultó tan calmado al abrir la boca:

—Perdón.

Haruka lo observó un par de segundos más hasta que cambió de expresión por completo, ojos cerrados y una leve sonrisa. Touma creyó haber escuchado una risilla, pero no podía estar seguro. Haruka se puso de pie, haciendo ademán de estirar todo su cuerpo, en especial las piernas, y mientras se daba la vuelta susurró algo.

—¿Dijiste algo? —Touma también se puso de pie, arreglando su bóxer y su pantalón.

Haruka volteó a verlo por encima de su hombro. La sonrisa no abandonó su rostro.

—Eres muy dócil, inu.

Touma parpadeó lentamente, antes de responderle a un Haruka que ya estaba abandonando la habitación:

—¡Que no soy un perro!